#Pildorines 4: «Factor de descuento»
POST Nº 690
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Es difícil ser auténtico y mostrar tus defectos cuando todo el mundo a tu alrededor está tratando de venderse. Dice Pablo d’Ors, en su «Biografía del Silencio», que: «Hablar de la propia vulnerabilidad, mostrarla. Esta pudorosa exposición de mis flaquezas se ha revelado como un modo muy eficaz para hacer frente al culto de la imagen en que hemos vivido siempre». El problema de esa receta, más ahora cuando lo personal y profesional van tan mezclados, es el «Factor de descuento». Así he llamado yo al efecto contraproducente que se da en la percepción de los demás cuando alguien es muy sincero sobre sus carencias en un contexto narrativo tan marketiniano. La opinión pública y las organizaciones dan por hecho que cualquier relato va a exagerar lo bueno, va a estar inflado, así que le aplican una especie de «factor de descuento» para rebajar y ajustar lo que se dice a lo que suponen que es lo verdadero. Lo triste de esto es que estamos tan acostumbrados a que nos mientan que si un cargo político se atreve a admitir honesta y públicamente un error, se llegue a pensar: «Si reconoce esto, cuánto más de malo ocultará». La premisa fatal es suponer que la gente se contará muchísimo mejor de lo que es. Entonces, si eres sobrio, sincero, y te cuentas tal cual, con el descuento serás percibido por debajo de tu valor real. Por eso mientes un poco, exageras tus virtudes para que el descuento te ponga en tu justo lugar. Todo esto puede ser inconsciente, no tiene por qué ser una estrategia, pero es así como funcionamos en respuesta a la inflación del relato. De ahí que decía que es tan difícil ―y arriesgado― desnudarse en contextos que son opresivos y demasiado reputacionales. ¿Cómo abrir la cocina si cualquier fallo se exagera?, ¿Dónde ponemos los límites de la transparencia? A pesar de eso, me gustaría terminar con un mensaje positivo. Creo que las cosas están cambiando aunque lentamente: mucha gente empieza a atreverse a no inflar el relato, a presentarse como es. Y lo que es más alentador, a no aplicar el «factor de descuento» a los demás. A veces, con suerte, exponer tus defectos con naturalidad se recibe bien, se valora, pero no es lo más común. Mientras tanto, habrá que aprender a discernir entre una vulnerHabilidad genuina y una impostada que vende supuesta honestidad como estrategia para parecer diferente. No hay más que pasarse un rato por los insufribles mensajes motivacionales de LinkedIn para darse cuenta que de este postureo hay mucho también…
Bonus Track
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«La vida es corta, pero ancha» decía un grafiti que me encontré mientras hacía el Camino de Santiago. No le falta razón, solo que esa anchura está mal repartida.
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Mi memoria no deja de sorprenderme. Es capaz de dar la campanada en tareas super complicadas y hacerme el vacío en situaciones cotidianas de fácil respuesta. Creo que desconfío más de mi memoria de lo que ella se merece. Y la pobre, con tan baja autoestima, me termina fallando.
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Atención, procrastinadores. Cuánta razón tenía Norman Mailer al decir esto: «La inquietud mental puede medirse por la cantidad de promesas que no cumples».
PILDORINES anteriores:
1. Las rutinas pueden ser bellas2. El fastidio emocional de hacer el equipaje
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Peter Hodgson
La memoria está sobrevalorada (por muy útil que sea para tareas a corto). Creemos que nuestra memoria es algo como un grabación fiel de sucesos pasados, cuando en realidad es una recreación más o menos acertada.
Cuando se nos queman las tostadas por estar leyendo algo interesante está claro que nos falta más memoria operativa. Cuando le decimos o nos dice nuestra pareja “lo recuerdo perfectamente” estamos mintiendo aunque nos cueste admitirlo.
Amalio Rey
De acuerdo, pero la memoria tiene un impacto evidente en ciertas cosas. Por ejemplo, si necesitas razonar sobre algo, y explicarlo, y necesitas encajar piezas (y nombres) que no te vienen en ese momento a la cabeza. Yo lo he vivido como ponente y en actividades formativas, y lo paso mal…