Mi tiempo, finito y tozudo (post-212)

Desde hace algunas semanas se está cociendo el próximo taller de Consultoría Artesana [#redca], que celebraremos el 28 de enero en Bilbao, bajo el irónico título de “Todo por la pasta“.
Ya hay en marcha una reflexión muy activa que puedes seguir por Twitter con el hashtag #money28E y accediendo al blog creado por Asier para agregar las aportaciones que se van publicando en torno al taller.
Es un tema que me interesa mucho, pero lamentablemente me pilla en un mes de locos, muy liado con quitarme marrones del workflow, y preparando muchos viajes.
He estado leyendo y comentando con interés los posts que han publicado Asier, Manel, Luis (Tic616), Jose Miguel Bolivar, María Jesús y Julen, pero apenas he tenido tiempo para reflexionar y escribir. Este blog, de hecho, lleva casi dos semanas adormilado. Pero bueno, ya es hora de participar en la conversación, así que escribo esta primera entrada para ir calentando motores.
Voy a resumir algunas ideas en los siguientes puntos:
- Desde mi punto de vista, lo que llamamos “finanzas artesanas” no tiene que ser necesariamente “finanzas de autónomos” o de “personas que trabajan a cuenta propia”. En un post que escribí hace tiempo (“Consultor artesano: ¿de qué hablamos?”) enumeraba seis atributos que para mí identifican al consultor artesano, y decía que “lo artesano” está ligado a un modo específico de interactuar con los clientes y de gestionar los proyectos de consultoría, y no a un tipo único de “contenedor” o de estructura organizativa para proveer esos servicios. Lo que podríamos llamar muy gráficamente como “asociación de profesionales libres” es solo una opción más para practicar las finanzas artesanas, porque existen otras modelos también validos como el de la “pequeña empresa artesana”, que es el que yo voy a comentar en el Taller por ser el que usamos en eMOTools, el proyecto que comparto con Inés y Nati.
- El modo en que fijamos el precio habla mucho de nosotros, de lo que somos. Es quizás de las evidencias más claras del tipo de consultoría que hacemos, y de cuál es nuestra perspectiva del mundo.
- Los costes pueden ser más objetivos, pero la fijación del precio es multifactorial y compleja. No es una ciencia exacta. A lo único que podemos aspirar en el Taller es a identificar criterios, intentar cierta ponderación, y con ello reducir incertidumbre. No hay un algoritmo único para fijar precios en consultoría, y eso es importante reconocerlo por muy obvio que parezca.
- Escucho con atención todas las posturas, pero para mí la variable “tiempo estimado de dedicación” sigue siendo crítica a la hora de fijar un presupuesto. De acuerdo con María Jesús que “hay que deshacerse de la tiranía del tiempo«, así que nunca puede ser el único factor a tener en cuenta, pero el tiempo es quizás de las variables más objetivables de la fórmula para estimar un presupuesto, y concederle la importancia que merece va a contribuir de forma significativa a nuestra salud financiera y personal.
- Lo anterior se traduce en que para mí la “carga estimada de trabajo en horas/días” es siempre el punto de partida a la hora de elaborar un presupuesto. Una vez que tengo eso lo más claro que puedo, ese dato de referencia, entonces empiezo a meter en la coctelera otras variables, pero es fundamental partir de ese punto. Quien no lo entienda así puede correr el riesgo de terminar achicharra‘o en este negocio. Lo sé por experiencia, dado que la mayoría de mis errores en este capítulo vienen precisamente de una visión idealista del tiempo, al que he intentado ignorar pero es estúpido, porque es finito y tozudo.
- “El valor/precio que pone el mercado” es una variable ideal, óptima, pero es de las cosas más difíciles de saber, y por lo tanto, pocas veces puedes contar con ella para fijar un presupuesto. A ver, ese dato lo podrías obtener hipotéticamente de tres formas: 1) el cliente te dice directamente: “oye, dispongo de X pasta para ese trabajo”, y entonces tú ajustas el trabajo a esa suma, 2) preguntando cuánto cree el cliente que vale el servicio que ofreces, 3) averiguando cuánto cobrarían otros por el mismo servicio. La primera es la que más me gusta, pero pocas veces me dan ese dato. Preguntar al cliente cuánto pagaría por ese servicio es un ejercicio que vale la pena hacer, pero el resultado suele ser frustrante: o no lo saben, o lo devalúan, o lo que es peor, si le preguntas entonces deberías estar dispuesto a aceptar lo que te diga. Respecto del tercer punto siempre digo lo mismo: ¿cómo sabes que estás comparando servicios iguales? Pues no, en la mayoría de los servicios de consultoría en innovación, que es a lo que yo me dedico, tomar como referencia a un proveedor alternativo suele ser tramposo. Es difícil saber si hablamos de lo mismo.
- Dicho lo anterior, yo prefiero partir de la “estimación de la carga de trabajo en horas/días” y entonces moverme hacia arriba o hacia abajo, que del “precio de mercado” porque éste último me parece más subjetivo y engañoso. Si tienes experiencia en consultoría, como es nuestro caso, no cuesta mucho estimar el tiempo de dedicación que podría exigir un trabajo en la medida que entiendas lo que estas ofreciendo como servicio. Insisto, el esfuerzo sí que se puede estimar si sabes de lo que estás hablando.
- Ahora bien, siempre es deseable cargarle un “plus de riesgo”, para cubrirte de contingencias. Ese plus aumenta en la medida de que conoces menos al cliente. Con los años he aprendido que los mayores riesgos (grado de incertidumbre) provienen más de la idiosincrasia o tipología del cliente que de la complejidad del proyecto, aunque ambos factores hay que considerarlos.
- OJO: Fijar un punto de referencia presupuestario a partir de las horas de dedicación no significa que uno se mueva como un taxímetro. Esto es importante decirlo. Esa referencia te sirve para poner un precio fijo al contrato asociado a paquetes de tareas. Después siempre echas más horas, porque lo artesano tiene eso, pero dentro de un margen saludable… y la palabra “saludable” tiene aquí todo su sentido porque hablamos de personas.
- Lo que es esencial en todo esto es: 1) transparentar el presupuesto, dejando claro cuáles son los costes reales de cada paquete de tareas (que en consultoría NO son irrelevantes, por mucho que no compremos maquinaria, ni esas cosas, porque estamos sometidos como todos los mortales a los llamados “costes de oportunidad”), 2) ofrecer a los clientes presupuestos modulares, para que sean ellos los que ajusten su pedido al presupuesto de que disponen, y no al revés, 3) si vas a cobrar menos de lo que dice el punto-1, porque crees que el proyecto o el cliente lo merecen, entonces es bueno que eso también se documente, que se explicite a través de una honesta política de descuentos: “oye, eso costaría-X, pero vamos a cobrar-Y porque…”. No debería darnos vergüenza hablar de “descuentos”, si son realmente eso y no una estrategia para inflar la percepción de valor de nuestra oferta.
- Le comentaba a Manel que en mi caso sí que tengo en cuenta el cliente para subir o bajar el presupuesto a partir del punto de referencia del que parto siempre. No creo, francamente, que “el trabajo realizado tenga un valor independientemente de a quien se dirige”. Es un factor más que meto en la coctelera, pero solo después de mi particular “análisis fundamental” basado en los costes. Por ejemplo, me parece muy razonable que un cliente de confianza, con el que trabajo cómodo y/o con el que mantengo un flujo estable de trabajo que me genera tranquilidad, disfrute de una tarifa inferior que uno acabado de llegar o que me genera otro tipo de sensibilidades. Tampoco me escondo para reconocer esto: el poder adquisitivo del cliente puede influir en el presupuesto final que le pongo, y me parece justo eso porque el impacto en sus finanzas es también relativo. Este enfoque discrecional es muy artesano, porque si decimos que nuestra interacción con el cliente es personalizada, ¿por qué no incluir el precio también en esa personalización?
En resumen, el coctel que usamos en eMOTools para fijar los presupuestos incluye muchos ingredientes, pero siempre partimos de la carga estimada en horas de trabajo.
Si encuentro tiempo (¡¡otra vez el dichoso tiempo!!), voy a compartir en una entrada posterior esa especie de “protocolo” que procuro respetar cuando me veo en la necesidad de poner un precio a lo que hacemos, comentando las distintas variables que manejamos.
Pero, de momento, ahí están mis primeras aportaciones, para seguir calentando el ambiente y pensando juntos…
Visi Serrano
Desde aquí como lo he hecho en otros espacios agradecer la iniciativa del taller abierto a otros participantes.
Gracias, muchas gracias Amalio por la transparencia y compartir información sobre finanzas artesanas. No es muy habitual en el sector socializar este tipo de información.
Además, algunos, entre los que me encuentro y salvo notables excepciones, esto de las finanzas nos aburre e incomoda hasta límites insospechados. Algunos, somos buenos generando confianza al cliente para que nos hable de sus necesidades y luego cuando nos toca «rematar» o cerrar la venta hablando de pasta ¡nos hacemos un lio!. Digno de tema para el psicoanalista. 🙂
Al tema. En ocasiones salvo la papeleta presentando diferentes alcances (y presupuestos económicos). Otras fracciono el proyecto en diferentes fases e hitos y facturando la parte proporcional en consecuencia a la finalización de cada uno. Cuando en tu post leo que es esencial «ofrecer a los clientes presupuestos modulares», ¿a qué te estás refiriendo en concreto?.
No me gusta presentar diferentes alcances porque me da la impresión de que quiero pescar al cliente con diferentes cebos y no satisfacer su necesidad real con el acompañamiento más oportuno. En otras ocasiones, ofrecer al fraccionar el proyecto, le lleva al cliente a entender que puede parar el proyecto sin compromiso en cualquier momento. Una vez por motivos económicos una empresa me paró el proyecto en la Fase 1, en ella había invertido el mayor monto de tiempo y recursos, obteniendo una rentabilidad negativa, un cabreo monumental y una lección aprendida.
Nada más, gracias de nuevo. Nos leemos.
Visi
David Soler
Primero tengo que felicitarte por este ejercicio de transparencia. Poca gente, por no decir nadie y menos en consultoría, explica de forma tan nítida sus dudas y su forma de definir el precio. Eso es muy «2.0» y me alegra.
En segundo lugar yo también tengo todas las dudas del mundo al definir el precio. Primero porque esto de la consultoría es nuevo para mí, estoy, o estaba, mucho más habituado a trabajar con producto tangibles donde el producto tiene unos costes unitarios directos y la mayor complejidad es repartir los fijos directos y los fijos de estructura (porque hay que variabilizarlos). Segundo porque hay una parte difícil de medir que es lo que cuesta el conocimiento más allá de las horas dedicadas al proyecto, o sea, lo que cuesta su «sapiencia». Y en tercer lugar por lo que dices del tipo de cliente y la complejidad del mismo (algunos clientes te «roban» decenas de horas no calculadas al inicio).
Me encantaría poder tener «tarifas» pero hasta hoy no he sido capaz de establecerlas por todos los puntos/dudas enumeradas en el párrafo anterior.
Así que, estando 100% de acuerdo (contigo ya no es una novedad) en todo lo que dices, yo me aplico los puntos 7 y 10: calculo la carga horaria en función de un proyecto similar (en este punto es importante guardar un histórico de proyectos) y soy muy transparente con mis clientes. A todos les doy más detalle del necesario, y eso es un sacrilegio para la gente 100% de ventas, y siempre les pido que hablemos de cualquier duda que surja. Soy de los convencidos de que hablando con un cliente de forma directa, transparente y sincera se puede evitar eso de «que caro eres… o eso yo lo hago más barato» si argumentas bien.
Que os vaya muy bien la reunión.
Amalio
Hola, David:
Por cierto, gracias por los RTs. Lo de la transparencia es así, no hay vueltas, no podemos, ni queremos hacerlo de otra manera.
Respondiendo a tu comentario de que «cuesta medir el conocimiento más allá de las horas dedicadas al proyecto». Pues oye, ese no se cuenta, y nada más, porque se supone que ese conocimiento lo seguirás repercutiendo en más facturas, si haces las cosas bien. Siguiendo esa misma lógica: ¿tendríamos que descontar de lo que facturamos esa parte de conocimiento que aprendemos gracias al cliente? No lo hacemos, así que es lo mismo.
Bueno, no te tomes tan al pie de la letra lo de las «tarifas». Nosotros trabajamos con un rango, que en formación es por horas, y en consultoría por días. Los presupuestos son artesanales, totalmente ad-hoc. Pero con el tiempo me doy cuenta que vamos siendo capaces de estimar cada vez más rápido, y de forma más eficaz, el «coste» de un paquete de tareas, porque eso lo da la experiencia.
Un saludo
laura
Estupento post amalio, me imagino que resultado de la fantástica iniciativa «todo por la pasta»… y de tu gran experiencia.. en fin, esto es muy útil a gente que yo estamos empezando.. conocimiento compartido a tope.. un abrazo!
Amalio
Gracias, Laura. El taller pinta bien, y creo que vamos a aprender mucho. Hay diversidad de puntos de vista, y eso ya es un buen punto de partida para la reflexión. Seguiremos compartiendo, y escuchando a gente como tú que pasa por aqui… Un abrazo
Juana
Os voy a contar mi experiencia como «cliente» por si os sirve de algo.
Contrataron una Consultora para que nos hiciese el análisis e implantantación de la ISO 9001, delimitaron sobre todo el tiempo y el precio por ese tiempo, y me pareció muy bien, porque la Administración es un sitio …. complejo. El que tiene la «idea» no es al que se la vas a «implantar» y, nosotros (los «curritos») no tenemos ninguna prisa …. por tanto, si no queréis ir a la «ruina», centrar bien los temas, las responsabilidades, los interlocutores …. y sobre todo el tiempo, esto es un «aviso a navegantes», que en la Sanidad se está poniendo de «moda» lo de la Consultoría.
Siempre escribo desde la más absoluta de las ignorancias respecto a vuestro trabajo, creo que tenéis mucha experiencia y os debe haber pasado «de todo», si le podéis sacar partido, bien, en caso contrario olvidarlo sin más.
Amalio
Juana:
Buen consejo: «Si no queréis ir a la ruina, centrar bien los temas, las responsabilidad, los interlocutores, y sobre todo, el tiempo». Pero estoy seguro que habrá gente que no estará de acuerdo porque pensará que eso es ir con el taxímetro, que es mejor dejarse llevar, para que el trabajo (fiel al espíritu artesano) sea muy dedicado y ajustado a las necesidades del cliente.
En el fondo de todo esto está la falsa creencia de que como el consultor no gasta en activos, no invierte en maquinarias, no adelanta dinero, puede ser todo lo flexible que quiere en esta interacción, pero no es cierto. Es posible que no se vaya «a la ruina», porque si invierte poco el riesgo es menor, pero ya veremos qué tal le va con la salud, y con el resto de la vida de [no]trabajo que es también muy importante.
Personalmente dedico mucho tiempo al principio con el cliente para delimitar lo que quiere, lo que espera de mí, y para ponernos de acuerdo. Todo lo que «pierdo» al principio delimitando ese espacio común de trabajo, me lo ahorro después en malosentendidos.
un saludo