Troy Davis, Mandela y la pena de muerte (post-262)
Hoy hemos recibido la triste noticia de la ejecución del afroamericano Troy Davis en una prisión estatal de Georgia. Para el que no esté informado, se trata de un caso lleno de sombras y contradicciones.
Mi visión de la Pena de Muerte ha pasado por varias fases. Hubo épocas en las que estuve totalmente a favor de ella, pero después mi perspectiva ha ido cambiando.
Todavía hoy me dejo llevar por subidones de rabia cuando algún hijo de puta visita los periódicos o la TV para mofarnos sus crímenes, y entonces siento ganas de desearles la Ley del Talión, para que paguen con la misma moneda las toneladas de tristeza que escupen al mundo.
Sin ir muy lejos, un tal Anders Behring Breivik, el reciente asesino noruego, o el mismísimo Augusto Pinochet, dictador chileno, serían (desde esa rabia que comentaba) un par de candidatos “de cajón” para merecer un castigo tan extremo.
Pero no, con la sabiduría de los años me he dado cuenta que ningún humano (salvo en una inevitable situación de guerra legítima) tiene derecho a quitarle la vida a otro. No hay argumento que justifique eso porque entonces estaríamos habilitando la barbarie, y lo que es peor, abriríamos la puerta a un tipo de arbitrariedades que tienen un coste irreversible, porque lo que llamamos “impartir justicia” es también un acto donde el error está presente. Con la Pena de Muerte no queda margen para corregir nada, no hay indemnización posible que compense un fallo. Y casos los han habido, y muchos.
Hoy cuento esto a propósito de un fragmento de un grueso libro que terminé de leer hace algo más de un mes, que estoy reseñando para el blog, que se titula “Conversaciones conmigo mismo”, y que es un recopilatorio de cartas y escritos de Nelson Mandela, un hombre por el que siento una enorme admiración.
El fragmento en cuestión está extraído de una carta que escribió Mandela desde la cárcel a Archie Gumede, abogado y activista antiapartheid, y dice así:
“En conclusión, me gustaría centrar tu atención en una carta en un diario de Johannesburgo que abordaba el caso de nueve hombres condenados a muerte por la reina Victoria por traición. Ante las protestas que llegaron de todas partes del mundo, se desterró a los hombres. Muchos años después, la reina se enteró de que uno de esos hombres había sido elegido primer ministro de Australia, el segundo había sido nombrado general de brigada del ejército de Estados Unidos, el tercero se había convertido en el fiscal general del Estado de Australia, el cuarto sucedió al tercero como Fiscal General, el quinto fue nombrado ministro de agricultura de Canadá, el sexto también fue nombrado general de brigada en Estados Unidos, el séptimo fue nombrado gobernador general de Montana, el octavo se había convertido en destacado político neoyorquino y el último fue elegido gobernador general de Terranova”.
Lo que el líder sudafricano cuenta es para pensárselo. A mí me dejó perplejo, y estuve dándole vueltas un buen rato. También es cierto que a las personas se les juzga por lo que han hecho en el pasado, y no por lo que prometen ser en el futuro, y que hay daños e intencionalidades que claman por si solas, pero se dan situaciones complejas, con muchas aristas, que no es tan fácil interpretar desde leyes manchadas por la política, o los prejuicios.
Ahora mismo estoy pensando en las vidas perdidas de los miles de españoles que terminaron en el Paredón durante la Guerra Civil. También me pregunto si Troy Davis es un hombre inocente que de seguir vivo tendría la oportunidad algun día de reparar una arbitrariedad, e incluso de hacer méritos como los que cita Mandela.
Andres Miguel
Es sorprendente que aún haya países dónde la pena de muerte existe, eso debería ser del año pasado, sin embargo, la ley no debe ser muy flexible, pues ese problema aqueja a muchos otros países
Amalio
Andres: Resulta inexplicable. Son muchos los países que siguen aplicándola. Pero el cerco aprieta, y la humanidad está siendo cada vez más sensible al tema
Carolina
Yo también me leí el libro hace unos 6 meses y la verdad te deja marcado, cada carta, hasta las que cometa su estado de salud son para reflexionar. Su fuerza mental y la de sus convicciones me hacían reflexionar en cada carta que leía. Un libro totalmente recomendable.
Amalio
Pues si, Carolina. Es un ladrillo, algo desorganizado, pero el recopilatorio es genial. Me gusta la idea de conocer a estos personajes a través de su epístola y apuntes personales. Cuesta más que una biografía, pero es una mirada más auténtica. Puedes sacar tus propias conclusiones sin que nadie te condicione con sus comentarios.
Gracias por pasarte 🙂