Descubriendo al Mandela más íntimo
POST Nº 651
Sobre Nelson Mandela se ha dicho prácticamente todo y siempre bueno, lo que puede sonar aburrido. Por eso, es probable que alguno piense que resulta ya cansino volver a él, porque es un personaje del que parece que conocemos demasiado. Sin embargo, leer “Conversaciones conmigo mismo”, una colección de Editorial Planeta -con prólogo de Barack Obama- que recoge la vida escrita del líder sudafricano a partir de sus cuadernos de notas, borradores de cartas, diarios y manuscritos en prisión, me abrió a un Mandela mucho más personal, que conocía bastante menos.
Leer textos originales de Mandela, obtenidos de su archivo particular y de su autobiografía inédita, así como registros de conversaciones que sostuvo con distintas personas, sin intermediarios ni historias mediadas por otros, me pareció algo diferente. De esa manera es posible acercarse al Mandela más íntimo, en vez de al personaje público convertido en leyenda. En estos escritos descubrí a un hombre vulnerable, que huye de parecer perfecto, que reconoce las tentaciones y que se me hace más grande por la forma en que supo lidiar con ellas.
Como dije en mi post anterior dedicado a José Saramago, el genio luso tiene varios puntos en común con Nelson Mandela. Además de ser Premios Nobel y figuras icónicas en sus países, se parecen en su generosa humildad y en que cosecharon sus mayores éxitos en una etapa tardía de sus vidas, casi a los 60 años. Hacerlos coincidir es casual. Me terminé al mismo tiempo unas extensas recopilaciones de apuntes y frases de ambas figuras, y pensé que podía ser divertido compartir algunas de las ideas que me parecieron más interesantes en dos posts consecutivos.
No voy a ser nada original en esto. Si tuviera que señalar el rasgo del carácter de Mandela que más me impresiona, el que más destacaría, es su descomunal capacidad de ponerse en el lugar de los demás, incluidos sus más encarnizados adversarios. Su forma de practicar la empatía es digna de estudio, y sobre todo, de inspiración. Por eso, el tipo de política que impulsó el líder sudafricano fue tan sabia y constructiva, en un escenario donde saltaban chispas al primer gesto de exceso. Ahora, que el circo político español da tanta vergüenza, reflejando -hasta cierto punto- nuestra propia mediocridad, me parece muy pertinente traer estos ejemplos de prácticas edificantes y plenas de sabiduría.
Ahí te dejo los fragmentos del recopilatorio que más disfruté. Los subrayados y negritas son míos. Los he dividido en estos temas:
- Juzgar a los demás: entender sus imperfecciones
- Respeto hacia los adversarios
- “El factor humano” y el tema delicado de Winnie
- Cuando ser amable es un plus
- Humildad y autocrítica
- Aceptar las críticas y las diferencias
- Populismos y la oratoria sobria
- Otras ideas
Allá vamos:
Juzgar a los demás: entender sus imperfecciones
Richard Stengel, en una de sus largas conversaciones, comenta a Mandela que mucha gente le critica por “ver demasiado bien en las personas”, incluso cuando no lo merecen. Estas fueron sus respuestas:
- Esa es una crítica que tengo que tolerar y a la que he tratado de adaptarme ya que, sea verdad o no, es algo que considero provechoso. Es bueno asumir, actuar sobre la base de que los demás son hombres de honor e íntegros, porque si contemplas de esa manera a los que trabajan contigo, así tiendes a atraer integridad y honor. Creo en ello.
- Acabé aceptando que no tengo ningún derecho a juzgar a los demás desde el punto de vista de mis propias costumbres, por muy orgulloso que esté de ellas.
- Cuando eres una figura pública tienes que aceptar la integridad de los demás hasta que se demuestre lo contrario. Y cuando no hay pruebas de lo contrario, y la gente hace cosas que parecen buenas, ¿qué razón hay para sospechar de ellos? ¿decir que están haciendo el bien porque tienen una razón ulterior? Cuando se encuentre la prueba, entonces… te ocupas del asunto, de ese caso de deslealtad, y luego te olvidas de él. Porque es así como puedes llevarte bien con la gente en la vida. Debes reconocer que es el barro de la sociedad en la que vives lo que produce a las personas y que, por tanto, son seres humanos. Tienen puntos buenos y puntos débiles. Tu deber es trabajar con los seres humanos porque son seres humanos, no porque pienses que son ángeles. Y, en consecuencia, una vez que sepas que tal hombre tiene esa virtud y aquella debilidad, trabajas con ellos, asumes su debilidad y tratas de ayudarlo a superarla.
Fragmento extraído de una carta a Winnie Mandela, en 1979:
- Nuestra vida tiene sus propias salvaguardas y compensaciones. Se nos dice que un santo es un pecador que persevera en ser puro. Se puede ser un villano durante tres cuartas partes de la vida y que te canonicen por llevar una vida beatífica durante el cuarto restante. En la vida real no tratamos con dioses, sino con seres humanos normales como nosotros: hombres y mujeres que están llenos de contradicciones, que son estables y veleidosos, fuertes y débiles, célebres e infames, gente en cuyo torrente sanguíneo los parásitos luchan a diario con potentes insecticidas. El aspecto en el que uno se concentre para juzgar a los demás dependerá del carácter de cada juez en concreto. Al igual que nosotros juzgamos a los demás, los demás nos juzgan a nosotros. El desconfiado siempre se verá atormentado por su desconfianza (…) El realista, por muy sorprendido y decepcionado que se sienta por las debilidades de aquellos a los que adora (…) se concentrará en las cualidades de la persona que resulten edificantes, que eleven el espíritu y despierten el entusiasmo de vivir.
Respeto hacia los adversarios
Fragmento extraído de una carta que Mandela escribió al comisario de prisiones, en 1976, quejándose del abuso de autoridad, la persecución política y otras irregularidades cometidas por este y su personal:
- No estoy de acuerdo con la política del departamento que usted dirige. Detesto la supremacía blanca y lucharé contra ella con todas las armas a mi disposición. Pero incluso aunque el choque entre usted y yo haya llegado a lo más extremo, me gustaría que lucháramos por nuestros principios e ideas sin odio personal de por medio, para que al final de la batalla, sea cual sea el resultado, pueda estrecharle la mano con orgullo, creyendo que he luchado contra un rival honesto y digno que ha respetado todo el código de honor y las normas de conducta.
Mandela cuenta a Stengel cómo en la cárcel trataba de pasar mensajes de tapadillo y que se produjeron situaciones embarazosas porque un día, una persona que traía la comida le pasó una carta de una manera algo imprudente, y el vigilante debió de verlo:
- No sabía qué hacer, no tanto por el castigo, sino por el efecto que tendría aquello en el vigilante; sobre todo porque era más joven que yo, y yo no quería abusar del respeto que me tenían. Eso me mortificó de verdad. Me resultó muy difícil mirar a la cara a ese joven vigilante.
Más, en esa misma conversación, sobre cómo se relacionaba con sus vigilantes desde el más profundo de los respetos, pero sin renunciar a hacer pedagogía:
- En lo que a mí respecta, yo nunca inicié una discusión política con ninguno de los vigilantes. Los escuché. Resultas más eficaz si respondes a una persona que quiere que le resuelvas dudas. Cuando la información se proporciona de forma gratuita, sin que te la pidan, alguna gente se ofende, y entonces no eres efectivo (…) Cuando te enfrentas a ellos muy calmadamente con un razonamiento, sin levantar la voz, parece que no cuestionas su dignidad e integridad. Dejas que se relajen y comprendan tu reflexión. Incluso los vigilantes más endurecidos de una cárcel se desmoronan cuando te sientas y hablas con ellos, se derrumban.
“El factor humano” y el tema delicado de Winnie
Richard Stengel le hace una pregunta delicada: “¿Cómo afrontas la idea de que, siendo condenado a cadena perpetua, tu mujer tuviera una vida fuera durante muchos años… y conoce a muchos hombres, debe ser muy difícil pensar en eso; que tal vez ella, ya sabes, conozca a otros hombres que puedan gustarle o que ocupen temporalmente tu lugar, ¿cómo lo llevabas? Mandela responde con una elegancia y sabiduría exquisitas:
- Bueno, es una cuestión que hay que quitarse de la cabeza (…) Hay que aceptar el factor humano, la realidad de que una persona tendrá momentos en que quiere relajarse y uno no puede ponerse inquisidor. Basta con que esa mujer me sea leal, me apoye, venga a visitarme y me escriba. Con eso basta.
Stengel insiste: “Entonces, ¿todo lo demás… eso te basta y te olvidas de lo demás?” Mandela contesta:
- Oh, sí, porque no es importante, ni cambia mi relación conmigo, ni con ella.
Cuando ser amable es un plus
Mandela continuó sus estudios de Derecho en prisión, y obtuvo la licenciatura en 1989. Este es un extracto de una carta que envía a la Universidad de Sudáfrica, con fecha del 22 de diciembre de 1987, para hacer una gestión de cambio de asignatura:
- Por la presente solicito estar exento de cursar Latín 1 por los siguientes motivos: aunque aprobé la asignatura en los exámenes de matriculación de 1938, y a pesar de haber aprobado un curso especial en esa misma materia en la Universidad de Witwatersrand en 1944, lo he olvidado prácticamente todo. Si se me obliga a presentarme al curso, tendré que empezar de cero. A la edad de sesenta y nueve años, eso será una tarea sumamente ardua. Soy un abogado titulado, y ejercí como tal durante nueve años antes de mi arresto y condena. Si decidiera reanudar mi práctica de abogacía, no se me exigiría primero que me sacara un título en latín. De hecho, no tengo intención de volver a ejercer en el ámbito legal, como procurador ni como abogado. Incluso aunque pretendiera ejercer en el ámbito legal en algún momento en el futuro, no es probable que lo hiciera, puesto que estoy cumpliendo cadena perpetua. Si aceptan esta solicitud, propongo matricularme en Política Africana en vez de Latín 1.
En una conversación sobre el doctor James Moroka, que quiso distanciarse de los diecinueve acusados -incluido Mandela- nombrando su propio abogado, y no era bien visto por ellos, su compañero Ahmed Kathrada le comenta que Moroka podía ser bastante arrogante, a lo que Mandela contestó:
- ¿Arrogante? No, hombre… No me gusta que se describa así a Moroka (…) En primer lugar, nunca fue arrogante. Y no me gusta, en una biografía como ésta, hacer comentarios que desacrediten a alguien (…) No quiero que entremos en la cuestión de que era arrogante y traicionero (…) Tenía esas limitaciones, pero ponlo de un modo digno. Las críticas deben ponerse de un modo solemne (…) Tenemos que ser fácticos, realistas, sinceros, pero a la vez, dentro de un cierto marco, porque somos creadores”.
Humildad y autocrítica
Fragmento extraído de su autobiografía inédita:
- Una cuestión que me preocupaba profundamente en la cárcel era la falsa imagen que proyectaba de forma inconsciente hacia el mundo exterior; que me consideraba un santo. Nunca lo fui; ni siquiera partiendo de la base de la definición terrenal de un santo como un pecador que lo sigue intentando.
Conversación con Richard Stengel, refiriéndose a cómo sus compañeros querían que se escribiera su biografía:
- No quiero que se me presente omitiendo los hechos oscuros de mi vida.
De una carta a Winnie Mandela, de junio de 1970:
- Debo ser sincero y decirte que, al revisar de nuevo algunos de mis textos y discursos del principio, me desconcierta su pedantería, artificialidad y falta de originalidad. La apremiante necesidad de impresionar y de hacer propaganda es claramente perceptible.
De una carta a su hijo Makgatho, en 1969:
- Odio dar discursos, incluso a mis propios hijos, y prefiero discutir los asuntos con todo el mundo en una situación de igualdad total, en la que mis opiniones se ofrezcan como un consejo que la persona afectada se sienta libre de aceptar o rechazar según le plazca.
Aceptar las críticas y las diferencias
Fragmento extraído del manuscrito de su autobiografía inédita, escrita en prisión:
- Walter (Sisulu) y Kathy (Kathrada) comparten una característica común que representa una parte fundamental de nuestra amistad y que yo valoro muchísimo: nunca dudan en criticarme por mis errores y a lo largo de toda mi carrera política me han servido como espejo en el que mirarme.
- Solo los políticos de sofá son inmunes a cometer errores. Las equivocaciones son intrínsecas a la actividad política.
Populismos y la oratoria sobria
Richard Stengel le comenta que a veces la gente le critica por “no ser un orador más estimulante” y Mandela le contesta:
- Cuando se intenta alcanzar un acuerdo por medio de las negociaciones, no quieres discursos que enardezcan a las masas; quieres plantear los problemas ante la gente de manera sobria, porque a los demás les gusta saber cómo te comportas o cómo te expresas (…) Por eso evito las soflamas que exaltan a la muchedumbre. No quiero provocar a la multitud. Quiero que la multitud comprenda lo que estamos haciendo e infundirles espíritu de reconciliación.
- A algunos les gusta dar la impresión de ser combativos y, por tanto, no afrontan los problemas, sobre todo si se trata del tipo de problemas que van a quitarte popularidad. Pero para tener éxito en la política tienes que confiar en tu pueblo, transmitirle tus puntos de vista y expresarlos con gran claridad, con mucha educación y tranquilidad, pero, sin embargo, abiertamente.
Otras ideas
De una carta al senador Douglas Lukhele, en 1970:
- Solo mi carne y mi sangre están encerradas tras estas impenetrables paredes. Por lo demás, mis puntos de vista siguen siendo cosmopolitas; en mi mente soy tan libre como un halcón.
De una carta a Hilda Bernstein, en 1985:
- Hasta que me encarcelaron no había valorado nunca del todo la capacidad de la memoria, la interminable retahíla de información que puede guardar la mente.
Discurso del 20 de abril de 1964 desde el banquillo de los acusados en el juicio de Rivonia:
- He luchado contra la dominación de los blancos, y he luchado contra la dominación de los negros. He abrazado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que toda la gente conviva en armonía y en igualdad de oportunidades.
Sobre un sermón que recibió de un sacerdote, según una carta a Zindzi Mandela en 1979:
- El único problema que le veo al sermón es que no me gustan los milagros que siempre ocurren en tierras lejanas; especialmente si no se pueden explicar de forma científica.
Extraído de su cuaderno de notas, en 1996, acerca de los planes de convertir a Robben Island en un museo:
- Un museo debe ser una fuente de inspiración, no de dinero.
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Juanjo Brizuela
Amalio;
No sé si has leído “El factor humano” de JohnCarlin sobre Mandela. Hay pel´ícula también. Te lo recomiendo.
Amalio Rey
Hola, my friend. No lo he leído, pero me acordé de ese libro, porque escuché hablar de él, cuando transcribí la idea del “factor humano” al comentar el tema delicado de Winnie. A ver si lo leo. Gracias!!