¿Pueden las ideas tener reputación por sí mismas? (post-289)
Una pregunta como esa me hizo Alex García, allá por junio de 2009, en mi post De ideas y nombres: ¿importa tanto la fuente? No es un tema baladí, porque está en la esencia misma de cómo se propagan las ideas e impregnan socialmente.
En la conversación que produjo esa entrada se dieron varias pistas que pueden ayudarnos, y de todas ellas me quedo especialmente con esta aportación de Kiko Llaneras cuando decía: “Para mí está claro: la reputación (el nombre) es útil cuando no puedes verificar el hecho” y añadía esto: “El problema es que a menudo la reputación vence a la realidad y se propagan ideas que son falsas, sencillamente porque lo dicen voces reputadas; solo una minoría verifica los hechos y está minoría no tiene altavoz”.
Muy útil la fórmula de Kiko para despejar dudas, y que yo traduzco operativamente así:
- Si la idea es potente por sí misma, y uno/a tiene suficiente material para valorarla y constatar que es pertinente, no debería hacer falta considerar para nada el dato del nombre del autor o autora,
- Si la idea suena bien, pero genera dudas razonables que merecerían más investigación, uno/a debería preocuparse por buscar más datos antes de hacerse eco de algo que, diga quien lo diga, tiene una probabilidad significativa de no ser correcto o de entrar en conflicto con lo que uno piensa,
- Si la idea es muy buena, pero uno/a no puede (o le produce pereza) verificarla, entonces lo más fácil es guiarse por la reputación del autor/a bajo la premisa incierta de “si el/ella lo dice, que es alguien en quien confío, debe ser verdad”.
Ante dilemas como éstos, siempre me quejo de lo mucho que tenemos que aprender todavía del “pensamiento científico”. Es una de las grandes asignaturas pendientes de la educación ciudadana.
Estoy hablando, en definitiva, de cultivar una aproximación crítica a la realidad, y de dar por ciertas sólo las afirmaciones que superan el ejercicio de la refutación. Y lo que es aún más sano e inteligente, la ciencia nos enseña a corroborar la validez de las ideas con independencia del crédito y la influencia del autor.
Al hilo de esta cuestión, tuve hace unos meses un breve intercambio vía Twitter con Dolors Reig, sobre el valor que aporta saber quién es el autor de un texto. Le decía que, en mi opinión, hay que citar la fuente sobre todo por un sentido de la ética y de la gratitud hacia el autor o autora, pero no con la intención de añadir valor o credibilidad a la idea (a menos que se dé la situación que sugería Kiko antes). Le comenté que, incluso, muchas veces conocer quién ha dicho algo perturba (por exceso o por defecto) la percepción de su valor, y que por eso es mejor no saberlo, o enterarse después.
Esto es algo que deberíamos tener en cuenta a la hora de hacernos eco de material que circula por las redes sociales, donde hay un marquismo tan vergonzante que, lo siento, produce sonrojo (por cierto, el mismo que me produce en la vida analógica). Y como creo sinceramente en eso, voy a compartir cuatro prácticas que yo sigo para poner a raya esa tendencia tan humana de personalizar en exceso las ideas:
- Si el autor o autora tiene mucho nombre (“marca” le llaman ahora), les exijo el doble; o sea, lo contrario de lo que hace la mayoría. Ya sabemos que un nombre rimbombante puede hacernos bajar las defensas, así que a éstos les subo el listón. Los gurús se equivocan bastante, porque mientras más lo son, más tienden a perder el contacto con la realidad.
- Cito siempre a los autores, pero pongo especial interés cuando es una persona poco conocida. Ya lo he dicho, citar es más un ejercicio de gratitud que un acto de validación nominal; y hace tiempo aprendí que los premios no se reparten siempre con la debida justicia, y que hay mucho sin-marca que regala ideas brillantes pero a los que les falta altavoz.
- Si una persona no me gusta, si veo que tiendo a rechazarla; me esfuerzo por no caer en el error de pensar que por eso debería desmerecer todas sus ideas. Cuesta, cuesta mucho, porque tendemos a las generalizaciones. He discutido bastante sobre esto en tertulias de café, y siempre digo lo mismo: “un gilipollas también dice cosas inteligentes”… del mismo modo que gente brillante se manda unas burradas de mucho cuidado. Es más, conozco gilipollas-emocionales con ideas racionalmente brillantes, que valen mucho la pena, así que si me dejo llevar por el interfaz, seguro que me pierdo cosas buenas.
- Si retuiteo (RT) una idea que difunde algún “influencer” por Twitter, y ese mensaje tenía a su vez otro autor, procuro priorizar siempre al autor original. Y si no me queda más remedio que dejar a alguien afuera por la brevedad del mensaje, quito al RTuitador pero no al que escribió el tuit original, aunque a éste le falte “marca”. En esto de los RT, hay prácticas marquistas que son terriblemente injustas, y creo que podría escribir un post entero sobre eso.
Isabel
Muy acertado el enfoque del post y enriquecedora la conversación. Las ideas pueden ser buenas en sí mismas o como transición hacia otras, pero en lo que soy tajante es que se deben compartir y, por supuesto enlazar. Soy ávida lectora en general y, profesionalmente, en ámbitos de consultoría que no son mi especialidad, pero que me sirven para completar conocimientos en los que aunque nunca voy a actuar, contribuyen a ese imprescindible aprendizaje en capas que la colaboración permite construir. Muchas veces incorporo este aprendizaje a mis reflexiones pero siempre, siempre, enlazo la fuente para trazar la ruta a quien quiera profundizar.
Por otra parte, como recogía Bianka, las ideas, como la información, son más contexto que contenido. A veces llegan en el momento preciso pero otras han de esperar, incluso con destinos inesperados. En lo del ámbito de los 2.0, reconozco que ocurre lo que comentáis pero la importancia me parece muy relativa, es todo tan efímero… Cada cual con la fama que busque y/o con los ecos que le apetezcan. Al final lo que cuenta son los hechos.
Un saludo!
Amalio
Hola, Isabel:
Gracias por tus palabras. Se agradece mucho, en efecto, que un post genere conversación.
OK con que las ideas hay que compartirlas, y también enlazar a sus fuentes. De hecho, creo que lo primero no es justo sin lo segundo. Se necesitan mutuamente.
Si, estoy de acuerdo con Bianka. El contexto es muy importante, así que añadimos un tercer factor, aparte del que sugirió Manel del receptor.
Es difícil negar la afirmación de que “al final lo que cuenta son los hechos”, pero de nuevo volvemos a la paradoja inicial: “cuando no es posible verificar los hechos, tienes que guiarte por otras pistas”, y es ahí cuando entra la trampa de la reputación…
Un saludo!!!
Liberto Pereda
La información que nos llega, podemos convertirla o no en conocimiento cuando, como bien explicas, la testamos y decidimos incorporarla.
No creo, de todas formas, en la ‘autoría’ individual ni de ideas ni de textos. Cualquiera de ellos es un efecto causado por conocimiento previo, que otros han canalizado. Creo más en un proceso permanente de co-creación desde la inteligencia y conciencia colectivas.
Si después de estudiar, leer, experimentar y conversar, de repente me surge una ‘idea’, la ‘idea’. ¿Es mía o es nuestra? Tal vez al pretender y buscar obsesivamente ser ‘autores’ es cuando entramos en el terreno de ¿es bueno o malo?
Un abrazo.
Liberto.
Amalio
Liberto:
Bueno, es cierto que cualquier idea que uno pueda parir es deudora de un conocimiento anterior, de aprender de alguien. Pero también que “el parto” de una idea puede implicar un esfuerzo personal, individual, que no debe subestimarse. Puede haber co-creación, y al mismo tiempo premiar las contribuciones individuales. La inteligencia colectiva bien entendida no anula al individuo, sino que lo socializa el reconocimiento.
No hay que buscar “obsesivamente” ser autores. De lo que se trata es de investigar y aportar nuevo conocimiento que aporte valor sobre lo que existía. Mucha gente lo hace, y merece ser mencionada con nombre propio.
Un abrazo
Marina Blázquez
En cuanto he leido el post, se me han conectado las ideas con este que escribí en este otro: http://tmblr.co/Zu46WxFEFCiz En este caso la reflexión surgió con la idea: “valor de la información”.
También me ha venido a la cabeza un corto: Validation. http://vimeo.com/9330175
¿Quien valida? ¿Qué se valida?…
Manel [cumClavis]
A mí, lo que me sugiere eso que planteas es que las ideas, así…en general, son buenas o malas dependiendo de lo que sea uno capaz de hacer con ellas, de lo que inspiren y de lo que sugieran. Por sí mismas las ideas no son nada si nos remiten tan solo a su propio enunciado y no se adaptan a nuestras manos para que podamos utilizarlas como herramientas con las que tratar la realidad y tener resultados con ellas.
Mi formación es científica [me marca y me gusta] y suelo partir de lo que hay para explorar territorios nuevos por lo que cualquier idea puede [potencialmente] ser un inicio, nunca un final por sí misma. Otra cosa son las “teorías” las cuales deben tener una consistencia que las validen como “ideas frontera”. Para esto ya sabes que hay una metodología para presentarlas que incluye una manera de referenciarlas y poder cotejarlas que parece no tener mucha cabida en ese mundillo 2.0 donde todo tiene una tendencia a la facilidad y donde cualquiera puede ser quien quiere ser con tan solo decirlo y convencer a alguien para que se lo crea.
En este terreno quien realmente está interesado en validar un enunciado suele guiarse en otros aspectos de la forma de proceder de este individuo: cómo y qué escribe, su grado de humildad, sus actuaciones [práctica profesional…], etc. Tengo en mucha cuenta ideas de algunas personas que me parece muy serias, que me inspiran y me merecen todo el respeto sin ser, para nada, gurús.
Tienes razón que, en mucho casos, pesa mucho más “quien dice” que lo “qué dice”…pero en este entorno abunda de todo y siempre hay suficiente quórum para elevar a algún que otro diletante a la categoría de gurú. Yo [insisto] creo que como en todo hay que reconocerlos por lo que hacen y no tanto por lo que dicen.
Aplaudo tu forma de proceder y me consta que es totalmente sincera y coherente con tus principios y con tus valores. Un abrazo, Amalio.
Amalio
Una alegría verte por aquí, Manel.
De acuerdo, introduces riqueza en la reflexión al recordarme que el valor de una idea tiene también mucho que ver con las vivencias y el tipo de cosas que inspiren en quién la recibe. Ese factor yo lo había dejado constante, para aislar el problema del Marquismo, que es una de mis neuras confesables.
Pero no me negaras que hay ideas tan potentes, elegantes y útiles que parecen ser atractivas en sí mismas, y que concitan consenso a la hora de juzgarlas. Al menos en un tipo concreto de receptor. Cuando eso ocurre, no debería importar en absoluto el nombre del autor o autora.
Cualquier idea puede ser potencialmente un inicio, así es, pero algunas son también un destino, aciertan en dianas concretas, y sirven para encontrar respuestas inmediatas a preguntas que uno se está haciendo. Incluso puede que las uses, y las tires, que no las necesites más por un buen tiempo. Hay de todo en la viña del señor.
Totalmente de acuerdo con lo que comentas sobre el mundillo 2.0. De hecho, es mi experiencia en las redes sociales lo que me ha motivado a escribir este post. Hay una terrible “tendencia a la facilidad”, y eso ocurre porque funciona para ciertos fines. Me cuesta reconocerlo pero es así, cómo gente que nos inunda de obviedades y aforismos empalagosos consigue lo que busca: tener muchos seguidores y construirse una “reputación” artificiosa que a su vez le sirve para autorreforzarla, porque aquí las estadísticas tienen un impacto ridículamente exagerado.
OK, es una buena forma de resumirlo: “reconocer a la gente por lo que HACE, y no por lo que DICE”. Pero como a menudo (con esto de la virtualidad) es mucho más fácil saber lo que “dicen” que lo que “hacen”, tendemos a guiarnos por lo primero. Y esto llevado a las ideas, complica las cosas. Si ves una idea que te gusta por sí misma, que te aporta y te es útil, ¿para qué comerse el coco escudriñando el autor o autora?
Gracias por tus palabras, Manel. Un abrazo 🙂
Manel [cumClavis]
No te lo niego, Amalio. Hay ideas muy buenas…y elegantes como bien dices 🙂 Gracias a tí!
Mando Liussi Depaoli (@mandomando)
Muy bueno Amalio.
Me quedo con una frase: hasta “un gilipollas también dice cosas inteligentes”. Hace unos años llevé un ejercicio que consistía en generar por cada empleado en la compañía lo que llamábamos “la tontería diaria” que consistía en generar diariamente una nueva parida, con posibilidad o no de negocio para la compañía pero que fuera absurda o imposible de realizar. Mi tesis era que era imposible mantener 100 ideas estúpidas de forma continuada y que tarde o temprano, alguna sería potable. Lo cual, evidentemente sucedió. Lo que introdujo la cultura de innovación continua en algunas de esas empresas.
Lo segundo -y que tiene que ver con tu post- es que aprendimos (todos) que la idea semilla era tan importante como la percepción y la regeneración de la primera. Autores, eramos todos.
Un abrazo y enhorabuena por la reflexión
Mando
Amalio
Hola, Mando:
Gracias por pasarte. Yo creo que es difícil generar de forma continuada una docena de “ideas absurdas”. Todo depende de cómo definimos “lo absurdo”, y cuánto abrimos el zoom de las entendederas.
Un abrazo