¿Juzgas las ideas según el carisma de quien las dice? (post-353)
He escrito en más ocasiones sobre el valor de las ideas por sí mismas, y esa severa relación de dependencia que establecemos entre las ideas y quienes las expresan. Intuyo que es un tema importante que afecta a la gestión de grupos, y por eso me apetece dedicarle unos apuntes.
Voy al grano. Me refiero a la tendencia que tenemos la mayoría a sobrevalorar la calidad de las ideas de las personas que nos caen bien o que tienen marca, y en sentido contrario, a devaluar las aportaciones de aquellos que nos gustan menos o son desconocidos.
Ese desajuste entre la calidad intrínseca de una idea y su valoración colectiva o pública puede deberse a muchas causas. La primera es reconocer que, efectivamente, cada cual tiene derecho a valorarla de forma diferente según sus referentes de interés/calidad, así que lo de “calidad intrínseca” es algo relativo. No puede existir una única opinión dado que ésta se da por personas con creencias, prioridades y expectativas muy diferentes; pero a pesar de esa diversidad, suele haber cierto consenso a la hora de apreciar la calidad de una idea sobre otra si se intenta hacer con rigor y sin prejuicios.
Aún así, veo que se producen muchas disonancias entre el entusiasmo público que se pone a la hora de premiar/castigar una idea, y el que se transmite en conversaciones privadas, donde la gente se siente más cómoda para reconocer (lo digo así por simplificar) que un tío-malo-puede-decir-cosas-buenas, o que un gurú-también-dice-gilipolleses.
Está claro que la reputación (o eso que llaman ahora #marcapersonal) es una fuente de credibilidad que conviene tener en cuenta, pero con más precaución y sentido de la justicia. Soy especialmente sensible a situaciones en las que lo que influye en los “guau” y los “buaj” es una mezcla de magnetismo cegador o poder de influencia. Hay gente con una capacidad especial para inducir a que se le sobrevalore. Es difícil explicarlo, pero los veo venir. Me indigna que una idea del montón se convierta de pronto, por el cartel/marca/careto de quien la dice, en la frase más citada y reverenciada del grupo. Le pones la lupa, y te das cuenta que se han dicho cosas muchísimo más interesantes pero por personas de menos lucimiento.
Aprender a valorar el contenido al margen del contenedor es un buen indicador de madurez personal y social. Es una práctica muy sana para evitar el “groupthink” que provocan los personajes carismáticos y aprovechar las buenas reflexiones de quienes lo son menos.
Meritocracia es justicia. Después de todo, qué culpa tiene el que hereda unos genes con unas habilidades menos sociables o recibió una educación poco asertiva. Del mismo modo, qué mérito tiene ser simpático o carismática gracias a la fortuna de que te lo inculcaran en casa y/o te viniera de fábrica en el ADN. Al final lo que importa es lo que es capaz de aportar cada cual con su talento, dedicación y entrega, más aún teniendo que navegar río arriba para poder compensar un interfaz que no le favorece.
Mi forma de hacerlo es practicando la discriminación positiva, o sea, activando mecanismos que me permitan quitarle favoritismo a los personajes más valorados, y prestando más atención a los que parten en desventaja por tener una marca/personalidad/interfaz menos agraciada.
Mientras más listo/a y valorado/a se cree quien habla, más en alerta pongo mi modo-Rigor, y más predispuesto a replicarle si creo que no está a la altura de la calidad que se le presupone. Y funciono al revés con los que parten en desventaja, en un intento de que la valoración de sus ideas respete la “igualdad de oportunidades”. No digo que esto sea fácil, ni mucho menos. Por el contrario, tengo claro que a menudo me falla, pero siempre lo intento.
Esa tendencia a ser más amable y generoso hacia los que menos predicamento y atención reciben de un grupo me ha deparado grandes sorpresas. Ahí se da el efecto-Pigmalión o la profecía auto-cumplida. Si la persona siente que sus ideas no son apreciadas en su justo valor, y eso se debe a que le falta marca o es menos valorada sólo por su personalidad, entonces termina reprimiéndose o creyendo que en efecto, no es capaz de aportar buenas ideas. Pero si activas el efecto contrario, separando ambos ejes (persona ≠ idea), puedes conseguir que gente-menos-favorecida-para-la-socialización escape de ese complejo, y exteriorice sin miedo su reserva de talento a favor del grupo. Así se produce un círculo virtuoso que recupera talento antes devaluado más por el contenedor que por el contenido.
Y cuidado con las zonas ciegas que produce la sobre exaltación de la química. El efecto de las afinidades es indiscutible en la eficacia colaborativa de un grupo, pero es nocivo fijar patrones de valoración basados en el carisma de las personas.
PD/ La imagen del post es de Jacopo Paoletti en Flickr
Madelaine
That is a very good tip especially to those new to the
blogosphere. Brief but very precise information… Thank you for sharing this one.
A must read article!
Matilde
Madelaine thanks for sharing ideas, but fortunately many of us we feel so although not always turn out as expected.
Matilde
Amalio cuanta razón tienes en con lo que expresas en este artículo, el pasado jueves te conocí personalmente y al escucharte en tu ponencia me resultantes una persona muy humana y libre de perjuicios y con este post me lo confirmas totalmente, te puedo asegurar que personas con marca/ posición como se quiera llamar en ocaciones te pueden llegar a defraudar ( recordemos la frase popular: “Cria fama y echate a dormir”) y que personas desfavorecidas socialmente por diferentes motivos te pueden llegar a sorprender y enseñar algo, sólo hay que escuchar con atención y analizar sin que te dominen los prejuicios, además de conseguir la motivación de aquel que intenta abrirse camino con su inteligencia e instinto de supervivencia en esta jungla llamada sociedad. Creo que me va a gratificar/enriquecer mucho el leer tus artículos, así que manos a la obra, GRACIAS.
Saludos
Juanjo Brizuela
Amalio,
Me ha sorprendido enormemente el post, una vez más. En especial, por su sincera crudeza en sentido positivo. Me ha hecho que pensar y mucho.
UNa de las cosas que creo promueven las redes sociales es tejer redes y relaciones. Creo que está claro que mucha gente piensa (pensamos) que “a quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”… y por tanto, refugiarte en personas-marcas de reputación e imagen te convierten en alguien bien relacionado por encima de contenidos que puedan mostrar.
Es curioso porque yo creo que de alguna manera tod=s lo hacemos: tejemos una red de gente interesante por quien es y por supuesto por lo que dice, cómo lo dice y cómo lo expone.
Siento además que nadie es perfecto y la “brillantez” de argumentos no siempre es la misma. Hay veces en las que alguien puede estar más espeso o simplemente no acertado, pero en cambio parece que como “es quien es”, se le perdona el error. ¿Lo reconocemos por la misma manera en otro no reconocido? Me temo que no.
Siento la comparación pero me viene al pelo: es como pasa en el mundo de las marcas. Una nueva marca tiene poca credibilidad de imagen y un excelente producto, pero con problemas de ser reconocido por el mercado mientras existen marcas reconocidas, con productos “mediocres” y que a veces se le perdonan ese “lapsus” porque es una marca reconocido. ¿Justo, injusto? ¿hasta qué punto podemos ser condescendientes con alguien-algo que no está al mismo nivel en ocasiones?
Me da que pensar. Y mucho.
Uno marca el nivel siempre. Creo que la obligación es tratar, no sé si de superarse en cada momento, pero sí el ser consciente de que tienes que aportar un valor esperado quizá por decir algo o simplemente por saber que tienes que mantener al menos, un cierto “¿status?”. No por pensar y creer que eres un gurú o un sabio, sino simplemente quizá porque esa red de relaciones por lo mismo que te da, tú debes aportar a ello.
Me encanta esa idea de las oportunidades que hay que dar a quien parte de esa desventaja. Lo comparto absolutamente.
No sé si son ideas desordenadas pero desde luego, me has revuelto una vez más, como dices, las enzimas y el pensamiento.
Gracias de nuevo.
Amalio
Hola, Juanjo:
Gracias por tus palabras, que valoro mucho.
Yendo al grano, no voy a ser yo quien reniegue del poder de las redes sociales para tejer relaciones de confianza. Si no fuera por ellas no te conocería a ti, y al resto de los colegas de #Redca. Ya lo dije en un comentario anterior.
Pero eso es perfectamente compatible con cultivar el criterio propio, y el espíritu critico. Ese es el hilo argumental del post, y que completo en los comentarios al responder algunas ideas que dejaron por aquí otros “conversadores”.
Por supuesto que yo también uso la reputación de las personas como “signal” para filtrar y no perderme en la jungla de la infoxicación. La uso para encontrar/buscar a esas personas, pero intento no mezclar su marca/carisma con el juicio justo de la calidad de lo que dicen. No digo que no me vaya a influir de alguna manera, porque eso sería mentir. Lo que digo es “a más carisma/marca, más me pongo en alerta” para no dejarme llevar por los fuegos artificiales. Es un hábito que trato siempre de implementar en mi vida, para que mi juicio pueda ser lo más independiente posible.
Lo que cuentas de las marcas de productos tiene un perfecto reflejo en lo que comento en este post. Es más de lo mismo. Igual que hay marcas muy sobrevaloradas, las hay injustamente desconocidas. Y nunca te olvides que eso también tiene que ver con el poder, con el poder que da el dinero y la influencia. En las relaciones con las personas ocurre una situación similar. Hay gente con una capacidad especial para que se le sobrevalore, llámalo carisma o reputación de alcantarilla… Es gente que dieron en algun momento un pelotazo, con alguna idea o libro bueno, y viven de la renta. También hay elementos del carisma que no son nada auténticos, y que tienen que ver más con el cargo lustroso que ocupan o la fama inmerecida que han sabido ganarse, que con un valor genuino. No es siempre así, pero se trata de no perder la perspectiva, y ser exigente a la hora de juzgar a estos “influencers”.
A mi lo de la “marquitis” me parece una terrible injusticia, y no me voy a cansar de decirlo. Por eso echo mano de mi estrategia de “igualdad de oportunidades” para quitarme esa losa de encima, de la que también puedo ser (y he sido) víctima.
Abrazotes, colega 🙂
Francesca
Hola Amalio,
Cuando Antonio Meucci se presentó en la Western Union con su teléfono y explicó para qué servía, los “expertos” que lo analizaron (eso ya es decir mucho) pensaron directamente que el tal Meucci era idiota… y lo guardaron en un cajón. Tuvieron que pasar 20 años para que Graham Bell recuperase la idea y la acabase patentando.
El problema de las ideas geniales es que se parecen un horror a las tonterías y para distinguirlas hay que ser, o bien tan listo como el que las expresa, o bien lo suficientemente respetuoso con la inteligencia ajena como para escuchar a todo el mundo con atención y sin prejuicios, con la mente abierta y valorando el mero esfuerzo que supone pensar de forma diferente.
Es cierto que yo acudo a este blog antes que a otro porque, si generalmente leo cosas interesantes aquí, es lógico que regrese a por más. Así que la reputación ganada a pulso me parece algo muy respetable. Pero no creo que tú te refieras a eso.
Creo que este post va más en la línea de denunciar la poca atención que se les presta por estos barrios 2.0 a los Meucci… y es que en Internet a veces hay tanto ruido que a los sabios, que suelen hablar bajito (no sé bien por qué), no se les oye…
Buen post, amigo. Un abrazo.
Amalio
Hola, Francesca:
Un placer verte por aqui, como siempre.
Me gusta eso de que “el problema de las ideas geniales es que se parecen un horror a las tonterías”… y todo lo que dices después. La clave está, quizas, en la necesidad de “escuchar a todo el mundo con atención y sin prejuicios”.
Por supuesto que “la reputación ganada a pulso es algo muy respetable”, y sería de tonto que yo negara eso, algo que no voy a hacer, como te puedes imaginar. Antes comenté en el texto que es conveniente usar la reputación como referencia, pero “de entrada”…. incluso, para sortear tanta infoxicación. Puede ser un mecanismo de filtro muy válido. Pero de ahí, a bendecir y aplaudir la virtud de una idea por quien la dijo, va un trecho. Y es, lamentablemente, lo que ocurre.
jjj… das en el clavo, como siempre, con los sabios… Además de que hablan bajito, hay mucho tuercebotas que solo escucha la bazofia de los gurús endiosados, y así nos va…
Un abrazo, amiga 🙂
Carlos Alberto Vigil Taquechel
Hola Amalio, siempre que puedo le doy un vistazo a tu blog, esta entrada la apoyo 100%, a veces pienso que lo ideal sería evaluar una idea sin saber previamente su fuente porque con frecuencia pasa lo que dices. Basta que tengas pedigrí y ya van muchos a compartir o apoyar la idea que se ha lanzado, cuando en muchas otras ocasiones leemos ideas muy interesantes e innovadoras de gente que nadie sigue o conoce y que le dan a la bola en la misma costura (para usar una expresión beisbolera de nuestra tierra) pero que pasan sin pena ni gloria. Un fuerte abrazo,
Amalio
Hola, Carlos:
Gracias por pasarte. De acuerdo con eso de evaluar una idea sin saber su fuente. De hecho, es lo que sugerí antes a Alfonso como prueba ideal, hacer “catas a ciegas”, para constatar lo mucho que nos dejamos influir por carismas y marquitis.
Creo que esa es la “prueba del algodon”… y que deja en evidencia nuestros sesgos..
un abrazo
Adolfo Estrella
Hola Amalio:
Algunas reflexiones a vuelapluma, a propósito de tu post, que toca varios temas interesantes:
1) Se me ocurre que podemos insertar tu reflexión dentro de una crítica general a la impostura que nos rodea. Esta situación nace del pacto tácito entre el impostor y su público. Un engaño consentido, una servidumbre voluntaria frente a gurus de todo tipo y calaña.
2) Efectivamente, no hay “calidad intrínseca” de una idea y ese relativismo es una de las explicaciones de la necesidad de fijar su verdad fuera el espacio del enunciado mismo y anclarla en el enunciador .
3) Por ello, se puede hacer poco frente a la autoridad del carisma. Al parecer, es una constante cultural del homo sapiens. Fijarse en determinados enunciadores de ideas no está mal mientras podamos mantener una distancia crítica y podamos separar el grano de la paja. Reconozco, no obstante, que no es fácil distinguir el personaje carismático positivo del seductor perverso y/o ignorante
4) La relación entre idea y quien las expresa que planteas es la actualización de clásicos debates sobre la autoría, la relación entre enunciador y enunciado, el valor de la originalidad, la innovación y la imitación etc.
5) Temas todos ellos, por supuesto, importantes y todavía más actuales en un momento actual de aceleración y obsolescencia discursiva, donde todo, gira o lo hacen girar, a velocidad de vértigo y necesitamos estabilizar nuestras percepciones y cogniciones, asentádolas en referentes conocidos.
6) A mí lo que me indigna más es “blablableo” generalizado, el pastiche, la mezcolanza encubierta bajo la máscara de la “hibridación” u otros eufemismo para nombrar la falta de ideas.
7) Rechazo más la repetición, que la imitación. La imitación es un arte. http://identidadyculturaorganizacional.blogspot.com.es/2013/04/el-arte-de-imitar-la-copia-como-vehiculo.html
Un saludo
Amalio
Hola, Adolfo:
1) Pos’si, hay mucha impostura por todos los sitios de esta sociedad del espectaculo.
2) En el post sugería que sí hay calidad en las ideas, y que éstas pueden tener reputación por sí mismas, con independencia del enunciador. Sigo pensando que es así.
3) Se puede hacer mucho, muchísimo, “frente a la autoridad del carisma”. Es un tema de educación en pensamiento crítico. Por ejemplo, me niego a votar a políticos por su carisma, si no hay detrás buenas ideas.
Un saludo
carmen
Me encanta este debate, el cual abarca varias disciplinas (comunicación, marketing, filosofía, neurociencia, antropología… etc) pues al final hablamos de cómo el ser humano se comporta y decide actuar.
Aquellos que nos gustan las personas y somos inquietos internamente nos preguntamos ¿qué hay detrás de ese comportamiento?¿qué criterios, creencias, principios, valores, sentimientos, emociones, pensamientos… nos mueven para actuar de una u otra manera? ¿cómo actúo yo en cada situación o en esa en particular? etc etc. Entrar ahí es entrar en un terreno tan extenso y fascinante como opinable y controvertido (aunque yo me quedo con lo de extenso y fascinante)
Decir que participo enormemente de lo que comenta José y para apoyar también a Amalio os entrego algo para mi muy valioso pues permite; eso sí con grandes dosis de conciencia en cada situación “cosa que requiere un estado de atención plena constante…” una forma diferente de abordar la comunicación bien sea hablada o escrita. Se basa en 4 pilares (el primero observar EL HECHO, LA SITUACIÓN -sin juicios, interpretaciones, diagnósticos, críticas ni a favor ni en contra. El segundo expresar en primera persona qué siento ante esta situación. En tercer lugar ¿qué necesidad he satisfecho o nó he satisfecho ante esta situación? para finalizar ¿qué acción me estoy demandando personalmente; qué me pido que voy a hacer para satisfacer mi necesidad?
Esto viene a cuento para responder esa necesidad que existe en el ser humano de ser valorados, ser apoyados, ser reconocidos, ser aceptados…. (aquí cada uno que saque su propia conclusión respecto a en qué nos apoyamos… en el contenido o en el contenedor y para satisfacer qué… “usando las mismas palabra que Amalio ). Hay mucho más que decir pero no es el espacio…
El fundador de estos 4 pilares es un psicólogo clínico estadounidense Marshall B. Rosenberg mediador en conflictos internacionales, el lo llama “Comunicación NoViolenta o Comunicación Consciente. Y habla entre muchas cosas de esto que comentáis.
Un ejemplo que me vino a la mente mientras leía este artículo y que Marshall lo expresa en su libro es que pone sobre la mesa la evidencia de que reaccionamos de forma muy distinta ante un mismo hecho si éste ha sido realizado por nuestros hijos o personas que no tenemos contacto.
Hay cargas emocionales diferentes, hay pensamientos diferentes, hay expectativas diferentes y en definitiva hay necesidades diferentes a satisfacer ( la clave está ahí en conocer el PROPIO grado de satisfacción de nuestra necesidad y TOMAR la responsabilidad de satisfacerla si es que la RECONOCEMOS y ASUMIR la estrategia que empleamos para hacerlo….)
Si alguno quiere conocer más del tema estaré encantada de charlar con vosotros de cualquier manera en you tube hay videos de Marshall que no tienen desperdicio.
Un saludo a todos!
Amalio
Hola, Carmen:
OK con tus 4 pilares, los de Marshall B. Rosenberg. El desafío está, como siempre, en el autoconocimiento y en la sobriedad de la valoración.
También es cierto que cuando una relación involucra sentimientos (de cariño, amistad, etc.) es normal que eso distorsione bastante el juicio. Pero en el post no hablaba de eso, sino de cómo juzgamos las ideas de personas ajenas a nuestro círculo íntimo más próximo.
Gracias por las recomendaciones sobre ese psicólogo clínico…
un saludo
carmen
Permíteme entender bien tu post Amalio … lo que quieres decir con tu respuesta es que: el juicio que hacemos de ideas ajenas a nuestro círculo más íntimo… ¿no va tildado de sentimientos?
En mi experiencia siempre es así. Discernir qué sentimientos nos llevan a realizar ese juicio es lo que determina que nos fijemos en el contenido o en el contenedor (hay varias clases de sentimientos: de afecto, placer, interés, apertura, actividad, calma..) y en función de qué necesidades individuales queramos satisfacer será otro elemento a tener en cuenta que hará que nos decantemos o por el contenido o por el contenedor.
Un placer este debate.
Saludos y buena semana
Amalio
Hola, Carmen:
No he dicho eso. Lo que he dicho es que el juicio que hacemos de las ideas de personas de un círculo intimo están MAS filtradas por sentimientos que el de las de personas ajenas. Creo que a más intimidad y conocimiento sobre una persona, más puede afectar el sentimiento que tenemos hacia ella para juzgar lo que dice. O dicho de otro modo, es más difícil separar la persona de la idea.
Un saludo..
Jorge
Hola Amalio
Gracias por tu artículo.
Solo te conozco a través de tus posts…….por un lado me preocupa coincidir la mayoría de las veces contigo por otra, me encanta por que creo que escribes muy bien…..un maestro me contó ” solo logré que me entendieran cuando me enteré de lo que quería explicar”.
Por abundar en lo que planteas creo que el fenómeno se puede explicar en parte por el excesivo poder de los prejuicios en la comunicación humana. A quien tiene poco o mucho “share” no se le escucha, no se le pregunta que a querido decir y para qué con tal cual frase, diapositiva o argumento ………y nos lazamos a aprobar o criticar con vehemencia al que tenemos en frente.
Un pregunta, ¿ se puede medir el valor de tu reflexión desde el modelo cientifico? o quizás es una reflexión que advierte de que en ocasiones no y por ello tenmos que tener mas cuidado, Y comparto por consiguiente la importancía de funciones clave del liderazgo, la comunicación, la transparencia, la etica en la gestión……
Un saludo
Amalio
Hola, Jorge:
🙂 no deberías “preocuparte” por coincidir tanto. Solo se trata de que dos personas opinan parecido sobre unos temas determinados. Seguro que si exploramos por otros terrenos, la cosa se tuerce. ¿A que no eres del Betis como yo? igual hasta eres palagana 🙂
Sip, es un tema de prejuicios. Todos los tenemos, y caemos en ellos. Así que de lo que se trata es de estar alertas e intentar ser lo mas justos que podamos.
En cuanto a tu pregunta. Creo que hay ideas/argumentos que requieren una contrastación científica, y otros que podemos valorar con el conocimiento que tenemos.
Un saludo
yoriento
Estando de acuerdo con el fondo de tu reflexión, el problema es que el argumento es circular: tus posts son más leídos que otros de autores con ‘similar valor’ porque tienes más carisma textual y relacional que ellos, incluido éste artículo que critica el carisma como distorsión del valor 🙂
En mi opinión el auténtico debate sobre el ‘valor’ no está en la variabilidad del atractivo personal o comunicador, ya que es un elemento que nos afecta a todos. Lo importante para medir el valor tiene que ver más con el nivel de cientificidad de una disciplina, sector o actividad, con la posibilidad de falsar lo que se escribe o se afirma. Todo lo que no pueda o no quiera estar sometido a unas prácticas de evaluación científicas se mueve en el campo de la opinión o del ensayo donde el carisma no es que sea más o menos importante, es que es el único elemento para valorar.
Amalio
jjj.. Alfonso, amigo, lo intento pero no me encaja tu argumento. Quizás seas tú el que entra en un bucle recursivo. A ver, intentaré ordenar mi respuesta:
1) Lo del “carisma textual” es un eufemismo bien raro. Si con eso quieres decir “calidad con que se formula una idea”, entonces hablamos de calidad intrínseca, no de carisma. Más siendo los posts un formato escrito. Eso es escribir bien, no carisma.
2) Me molesta menos que el “carisma relacional” (en definitiva, eso que los cristianos llamamos “carisma”) influya para que una idea reciba más atención si, al menos, es de “similar valor” que la otra. Lo que me indigna es que ideas tontas y del montón, bastante poco reseñables si se comparan con otras de mucha enjundia, se celebren como genialidades solo porque el que las cuenta es la pera de gracioso/atractiva/carismatica o tiene una marca de relumbrón. Eso pasa bastante en esos eventos (que asistimos tú y yo) con pasarelas de ponentes.
3) Si te fijas en el post, no sólo hablo del efecto distorsionador del “carisma” sino también de la “marquitis”. De hecho el título original incluía también la marca, pero me quedaba demasiado largo y lo quité. Sigo recomendando lo mismo: huir del marquismo, que es muy empobrecedor.
4) Lo de la “cientificidad” lo veo demasiado sofisticado. No me liaría tanto. Solo me vale para disciplinas complejas y limitadas a expertos. Creo que en general no es tan difícil valorar en nuestro mundillo si un argumento es potente o fragil, si una idea es interesante o recurrente. No se trata de evitar que se “falsee” un hecho o diagnóstico, sino de saber si la reflexión es inteligente y bien argumentada. Incluso puedes no estar de acuerdo con esa idea (ahí está la parte “opinable”) pero te aseguras antes del “guau” o del “buaj” de analizar con justicia los argumentos. Y en ese terreno, hay mucho borrego mental y cacofónico suelto por ahí, como comentaba antes José.
5) Lo que cuento aquí lo sigo a pie de puntillas. He RT a muchas personas que no me gustan, por las que siento muy poca química (y me quedo corto), pero lo he hecho cuando he creido que su mensaje o post era bueno, y lo merecía.
6) ¿Sabes lo que estaría genial? Pues poner a la gente a que valore 5-10 posts de blogueros diferentes pero sin desvelar el nombre del autor, una “cata a ciegas”, y ya te sorprenderías de los resultados en cuanto a marcas y carismas.
Por cierto, Alfonso, yo espero, francamente, que mis posts sean más o menos leídos según su calidad. Sigo creyendo que es así (es muy sano, además), y no me gustaría nada que se me lea “por carisma” o “por marca”. El que me lea por primera vez podría venir quizás por alguna de esas razones, pero espero que repita o no vuelva basandose en la calidad de lo que escribo. Lo mismo que pienso de los demás me lo aplico a mí. Y sabes que hablo en serio.
Un abrazo 🙂
José López Ponce
Amalio, abordas un tema que podría ser la base para un debate interesante pero que lamentablemente no propiciará dicho debate porque donde debería existir la conversación (el socorrido 2.0) lo único que domina son los monólogos acríticos de los “groupthink”.
Personalmente, cuando leo algo que despierta mi interés, aunque inicialmente no esté de acuerdo con ella, intento profundizar algo más y busco el grado de coherencia con el personaje que la expresa, al margen del grado de “influencia” que tenga en un momento dado. No es fácil, en muchos casos requiere una “investigación” del autor con un coste de tiempo adicional.
El problema es que como tu bien dices, hay gente con una capacidad especial para inducir a que se le sobrevalore. Porque las redes sociales, al margen de facilitar la comunicación y la expansión de las ideas, es terreno abonado de los encantadores de serpientes o los charlatanes, sin ideas propias, con capacidad de modular discursos para atrapar el máximo de audiencia. Son los manipuladores de masas, de audiencia, tan antiguos como la humanidad.
De cualquier forma, para mí, el gran problema del mundillo celtibérico 2.0 es la ausencia de pensamiento crítico, domina la conversación buen rollista o el exabrupto, los “guau” y los “buaj”, y, lo más preocupante, una forma de autocensura en manifestar ideas propias, ajustarse a un patrón neutro en las ideas para el desarrollo de la propia “marca personal”, y en no criticar las ideas de los “influencers” con el fin de no crearte “enemigos” en la propia carrera hacía el podio de la influencia 2.0.
Son malos tiempos para la crítica, sea esta dialéctica o dialógica.
Saludos
Amalio
Hola, José:
Lo de “buscar el grado de coherencia (de la idea) con el personaje que la expresa” me parece saludable. En ese sentido sí que mezclo ambos ejes: idea y persona. Pero aún cuando aprecie incoherencias (ocurre, y bastante), intento valorar la idea como tal, y si es buena, si contiene argumentos o propuestas interesantes, le doy su valor aunque no me guste el autor o autora. Yo creo, sinceramente, que es eso lo que hay que hacer. En definitiva, estoy juzgando a la idea, para ver si a mí me sirve, y no a la persona.
Otra cosa es lo que nos dejemos cegar o sesgar por el “grado de influencia” de quien habla, pero volvemos a lo mismo, al mismo fallo, y es fijarse demasiado en la persona y no en la calidad de la idea. Sé que las cosas no son tan cartesianas, claro que lo sé, pero hablo de estar alertas con ese tipo de “embobamientos” que nos producen carismáticos y marcas potentes.
En cuanto al impacto de las redes sociales, ya sabes que yo tengo una opinión menos severa que la tuya. Pienso que son, como dices, “un terreno abonado de los charlatanes”, pero también que “facilitan la comunicación y expansión de las ideas”. Se dan las dos situaciones, y si hablo por mí, tengo que decir que he aprendido mucho en las #rrss, que en ellas he descubierto una diversidad y una riqueza que hubiera sido imposible encontrar por otras vías con la misma eficiencia. Obviamente, eso es así porque como dices, las uso con criterio y practicando el pensamiento crítico. Dicho eso, estoy de acuerdo con una buena parte del diagnóstico que haces y cómo lo explicas.
Un abrazo
Eveline Rodríguez Cuesta
Precioso día de domingo para reflexionar, Amalio.
Tu propuesta es interesante siendo un ejercicio complicado y unido a nuestro yo emocional.Tomar conciencia ya es un gran logro.
Poner en valor el contenido, sin conectarlo al contenedor, es una tarea inversamente proporcional al sentimiento, positivo o negativo, que tengamos hacia el emisor.
Comparto la sensación de alerta ante los llamados por sí mismos “expertos”, suele pasar que cuando exponen su gran ego, suelo desconectar. Sin embargo, en ocasiones, los humildes en sus exposiciones suelen sorprenderme.
Saludos y gracias, :).
Amalio
Hola, Eveline:
“Tomar conciencia” era precisamente lo que pretendía. De acuerdo con que los sentimientos importan, y mucho. Es parte de la dificultad de ser justos.
Gracias a ti 🙂