¿Se puede desarrollar el Grit?: lo innato y lo adquirido (post-529)
En un post anterior expliqué qué es el Grit y dije que iba a escribir un seriado sobre el libro de Angela Duckworth. Ésta es la segunda entrada, que dedicaré a la segunda tesis que defiende la autora, la de que “todos tenemos la posibilidad y capacidad de aumentar nuestro Grit”.
Antes de seguir te recomiendo leer el post anterior, para que entiendas mejor el concepto, pero por resumir, el Grit es la combinación de dos ingredientes: pasión y perseverancia. Es la determinación que muestran algunas personas para luchar por una misma cosa durante mucho tiempo o la capacidad de elegir un objetivo y esforzarse de forma constante por conseguirlo a largo plazo. Por eso, las personas con un alto Grit son aquellas que: 1) saben muy bien lo que quieren, 2) son tenaces, insistentes, para conseguirlo.
Pues bien, la pregunta que nos vamos a hacer es si se puede inculcar el grit. Por ejemplo, si se puede aprender a descubrir nuestra pasión y/o a ser más constantes y tenaces en nuestros objetivos. Esta es una de las tesis más discutidas de Duckworth. Ella, después de algunas críticas, ha reconocido que el Grit está “en parte” en nuestro ADN, es innato a nuestra personalidad, pero que otra parte “se puede desarrollar”.
Los psicólogos plantean serias dudas de que, por ejemplo, la “perseverancia” o la “pasión” sean habilidades que se puedan desarrollar o, por el contrario, si son rasgos de la personalidad más idiosincráticos e inherentes a cada persona, bien por genética o bien por factores ambientales desde la infancia.
Pero para revisar mejor esa cuestión, vamos a analizar por separado las cuatro “habilidades psicológicas” que, según Duckworth, tienen las personas con un alto Grit. La autora afirma que esas “habilidades” no son dones naturales que se tienen o no, sino que se pueden aprender a descubrir y desarrollar:
1) “Interés”:
Sentir un gran interés por algo que nos atraiga bastante es un paso imprescindible hacia la pasión. Si disfrutamos mucho haciéndolo, eso puede generar pasión: “nadie trabaja con empeño en nada que no le interese de verdad” dice Duckworth. Así que el primer reto sería descubrir algo que nos gusta y desarrollar ese interés profundizando en ello.
La autora se lamenta de que la pasión no nos llegue a todos “de sopetón”, como una epifanía, sino que “tenemos que desarrollarla activamente”. Personalmente sigo teniendo mis dudas acerca de eso. No acabo de ver cómo podemos trabajar activamente para llegar a saber de un modo tan claro “a dónde queremos llegar a largo plazo” o “qué queremos hacer con nuestra vida”. No sé si eso se busca de forma volitiva, intencionada, con esfuerzo, o si es un descubrimiento que nos sobreviene, cuando (tenemos la suerte, si la tenemos, de que) se nos cruza “de sopetón” eso que nos hace tilín más que cualquier otra cosa. Entiendo que hay que estar abiertos a las oportunidades, y ser curiosos en modo serendipia ante lo nuevo, pero no acabo de ver qué más se puede hacer que eso.
2) “Práctica”:
Un fuerte interés por algo se consolida y se expande a través de la práctica sostenida, que mejora habilidades y genera un feedback positivo que refuerza el interés. Pero ser disciplinados no es algo que nace solo, sino que hay que aprender. Hay que desarrollar una capacidad de practicar de manera sistemática, o sea, convertir el esfuerzo de mejora en un hábito, en una disciplina diaria para tratar de mejorar la habilidad. Según Duckworth, las personas con un alto Grit tienden a tener una pasión singular que persiguen año tras año de esfuerzo, en línea con la acumulación de 10.000 horas de “práctica deliberada” hacia un punto de maestría absoluta como afirmaba la tesis del psicólogo sueco Anders Ericsson y que popularizó el escritor Malcolm Gladwell en su libro Outliers. Bianka Hajdu explica la practica deliberada de forma sencilla en este post, pero en términos prácticos se trata de: “pasarse horas enteras al día perfeccionando diligentemente una habilidad”.
Los cinco requisitos que se dan en la “práctica deliberada” son: 1) Dividir la habilidad que se quiere mejorar en partes, secciones o aspectos más pequeños y manejables, 2) Identificar unos objetivos de autosuperación claramente definidos, 3) Entregarse a la actividad con una absoluta concentración y esfuerzo, 4) Buscar la forma de medir los progresos a través de un mecanismo de feedback que capture los avances de forma inmediata y reveladora, 5) Analizar sistemáticamente los resultados para detectar dónde poner el acento de las mejoras y centrarse en progresar con una máxima concentración.
Como se ve, es muy importante ponerse objetivos de autosuperación concretos y trabajar en ellos con disciplina “hasta que la incompetencia consciente se convierte en competencia inconsciente”. No hay que confundir esto con “fluir” porque requiere un gran esfuerzo, un sacrificio, dado que se trata de habilidades que nos superan: “detesto practicar, pero la pasión por nadar es más fuerte… porque los resultados son de lo más divertidos” decía un nadador de alto rendimiento para explicar los miles de km que se hacía casi de madrugada todos los días en su preparación para las Olimpiadas. Intentar hacer, una y otra vez, lo que no sale bien puede ser poco gratificante y no es una experiencia agradable. La motivación principal de la práctica deliberada es el perfeccionamiento de una habilidad. Es lo que yo llamo “esfuerzo motivado”, que no es un esfuerzo sin sentido o impuesto por otros, sino uno que responde a un plan y a un objetivo significativo que elige la propia persona. Cuando se “dota de sentido” al esfuerzo, todo cambia. Tan es así que puedes disfrutar como un bellaco haciendo una escalada dura en una montaña.
Pero claro, uno trabaja duro si recibe recompensas a su esfuerzo. Llega un momento en que se puede aguantar más el sacrificio, o incluso se llega a disfrutarlo de alguna manera si consigue activar el ciclo de recompensas. Por otra parte, es muy importante convertir la práctica deliberada en un hábito, o sea, integrarla en rutinas. Por ejemplo, acostumbrarse a practicar a la misma hora y en el mismo lugar todos los días. Cuando consigues eso, no piensas nada, lo haces sin más.
3) “Propósito”:
Cuando la persona está convencida de que lo que hace es importante, que tiene un impacto en el bienestar de los demás, eso hace que la pasión aumente: “la mayoría de la gente se siente primero atraída por cosas que le gustan y solo después se plantea cómo estos intereses personales pueden también beneficiar a los demás”. Por eso, explica Duckworth, reflexionar sobre cómo el trabajo al que nos dedicamos puede contribuir positivamente al progreso de la sociedad ayuda mucho a desarrollar la pasión, y en ese sentido es verdad que: “La forma de ver nuestro trabajo es más importante que la definición de la ocupación en sí”.
4) “Esperanza”:
No desanimarse ante las dificultades. Se refiere al optimismo para superar los obstáculos, incluida una buena dosis de tolerancia al fracaso, para que la persona se levante cada vez que se cae. Forma parte de esta habilidad, según la autora, intentar aprender de todo lo que nos ocurre, además de interpretar el fracaso como un estímulo para esforzarse más en lugar de una confirmación de falta de capacidad: ¿qué lección podemos sacar de esto? es la pregunta que siempre debemos hacernos.
Detrás de esa idea está el concepto de “Mentalidad de crecimiento”, que se da en las personas que creen de verdad que pueden cambiar y mejorar, en vez de conformarse con la idea de: “soy así y punto”. Intentar superar esa rigidez no es fácil para las personas que tienen esa personalidad pero es deseable. Hay personas que son “de ideas fijas”, se ponen una etiqueta y ya está, pero “una mentalidad fija (no ‘de crecimiento’) sobre la capacidad propia lleva a formular explicaciones pesimistas de las adversidades y esto a su vez a renunciar a los retos y evitarlos”. Por ejemplo, lo mejor que se puede hacer para desarrollar una “mentalidad de crecimiento” es hacer cosas e intentar mejorar en habilidades para las que no se tiene un talento innato.
Pero evitemos las lecturas simplistas. Claro que los reveses desalientan. No tiene sentido suponer que el fracaso alegra o gratifica, como repiten algunos por ahí. Lo que hay que pensar es que “desalientan pero por poco tiempo”. La clave está en el efecto temporal. Habrá un tiempo lógico de tristeza o de frustración, pero hay que levantarse lo más pronto que se pueda. El padre de la Psicología Positiva, Martin Seligman, lo explica así: “hemos descubierto que las personas que no se rinden tienen la costumbre de interpretar los contratiempos como temporal, local y cambiante” y se plantean los inconvenientes de esta forma: “va a desaparecer, es sólo por esta situación, y puedo hacer algo al respecto“.
En cualquier caso, lo que está claro es que no siempre “lo que no nos mata, nos hace más fuertes”. A veces, puede debilitarnos más. Tiene que haber además de una actitud para afrontarlo voluntariosamente, una relación positiva entre las acciones que acometemos y los resultados que obtenemos. Si uno se empeña en lograr algo y el feedback que obtiene es sistemáticamente negativo, entonces mejor canalizar los esfuerzos hacia otra cosa, ¿no?
Para terminar, afirma Duckworth que “el Grit se contagia”. Según ella, si estas rodeado/a de personas con un alto Grit, actúas con más Grit, porque es un camino más difícil de seguir en solitario. Por eso ella recomienda pedir ayuda, apoyarse de otras personas, e intentar elegir bien con quienes estamos.
Dejo esas reflexiones ahí, las cuatro “habilidades psicológicas” que Duckworth recomienda trabajarse para mejorar el Grit, y que cada cual decida si son habilidades adquiribles o rasgos de la personalidad más innatos en cada persona. Yo no tengo una respuesta definitiva a esto. Sólo intuiciones. Como el Grit se plantea como una escala (ver Test del Grit), no se trata de una opción binaria en la que puedas decir: “tiene o no tiene”, sino que es un continuo que se mueve del 1 al 5, y que por tanto es dinámico y puede modificarse. En mi opinión, sí creo que es posible mejorar en alguna medida el indicador en el tiempo si se trabaja en él con un buen plan, pero también sospecho que no es nada fácil conseguirlo. Como mínimo, no es tan fácil como sugiere la autora.
He leído lo que dicen al respecto otros psicólogos de prestigio y aumentan mis dudas. Varios de ellos plantean que el Grit se parece bastante a un rasgo de la personalidad ampliamente estudiado que llaman “conscientiousness”. De hecho, hay investigaciones que le dan una correlación altísima con el Grit. Según los psicólogos no es una habilidad que se pueda desarrollar, sino un rasgo de la personalidad impulsado por una combinación imposible de descifrar entre genética y medio ambiente. Uno de ellos, Marcus Crede, un profesor de Psicología de la Universidad Estatal de Iowa escribió un artículo muy citado en el que analiza 88 estudios sobre el Grit, y decía que es un rasgo que se puede cambiar con el crecimiento de los niños pero no necesariamente a través de la instrucción directa. De ahí que se quejaba de que “como padre se sentiría incómodo si su hija llega a casa y le dice: ‘mi escuela está cambiando mi personalidad”.
En el siguiente post voy a intentar resumir las críticas y limitaciones que algunos psicólogos encuentran en la teoría del Grit, y el fuerte debate que ha generado en medios científicos y educativos.
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