Cuando sacar fotos puede estropear el aquí-y-ahora

POST Nº600
Los smartphones lo han cambiado todo. Antes necesitábamos tener una cámara a mano para tomar una fotografía, pero hoy está siempre disponible en el móvil, y es una tentación no usarla porque funciona a coste cero. Una vez que capturas la imagen sabes que, si te gusta y, sobre todo, si habla bien de ti, terminarás compartiéndola con la humanidad, y de paso, con los Google, Facebook & negocios asociados.
Durante los 4 meses que pasé de desconexión deliberada, estuve pensando (y observando) qué me movía y, sobre todo, qué sentía, cada vez que activaba la rutina de coger mi móvil para sacar fotos. Como bien sabe mi familia, eso es algo que he hecho en mis viajes casi de forma compulsiva 🙁
Recuerdo que conversé de esto con Julen en una animada cena que tuvimos por el norte y le prometí que escribiría algo al respecto. Mi conclusión ahora es que en la mayoría de las veces que me pongo en modo-fotógrafo-para-publicar-después-en-Internet, me desconecto en algún grado de lo que estoy viviendo en ese momento.
No es algo que sea fácil de reconocer por todo el mundo. Es posible que, cuando leas esto, pienses que estoy exagerando y que a ti no te pasa, que parar y sacar fotos es perfectamente compatible con disfrutar el aquí-y-ahora, pero, lo cierto es que después de mucho observarme, sospecho que puede ser un ejemplo más de la falacia del multitarea.
Lo que yo veo es que parar para fotos, con todo el ritual de ajustes e incomodidades que implica eso, es una interrupción falsa, un acto que penaliza la intimidad del momento. Ese efecto se acusa más si, mientras sacas la foto, estás buscando que quede lo mejor posible para deleitar a tus seguidores, en vez de que sea un ejercicio íntimo de documentar tu memoria.
En mi caso, se hizo evidente que el motivo principal que me movía para sacar esas fotos era mostrarlas a los demás, o sea, publicarlas en las redes sociales. Y esto lo sé porque cuando me autoimpuse la restricción de no publicar nada en esos cuatro meses, se vino abajo mi interés de sacar fotografías. No sacaba fotos para documentar mi memoria, o explorar mi lado más creativo, sino para exhibirlas. OJO, que no se me malinterprete. No digo que eso esté mal, ni mucho menos, sino que esa motivación extrínseca tiene su propia lógica, a veces caprichosa.
Claro, esa pérdida de fluidez o de la magia del momento de la que hablaba puede compensar si lo vemos como un acto en el que sacrificamos parte del disfrute del presente para documentarlo a futuro. Tiene su lógica, y hay ocasiones especiales en las que realmente vale la pena hacer eso, pero cuando la foto se convierte en rutina adictiva perdemos más de lo que ganamos.
No está descartado que ésta sea una más de mis neuras viejunas 🙂 Tal vez esté poniendo a competir sensaciones que para otros son perfectamente conciliables porque sepan integrar de forma natural la acción de sacar la foto dentro de la fluidez del momento. Yo, en cambio, percibo que cuando lo hago, se produce una desconexión y dejo de vivir con plenitud ese espacio/tiempo. Si esas interrupciones son muy frecuentes porque pretendo sacar fotos de todo (¡¡me ha pasado!!), dejo de estar ahí por querer impresionar a la gente que me sigue en Internet, lo que es un comportamiento absurdo.
No hace falta que te posiciones ahora, ni reacciones con prisas. Solo te invito a que te observes con atención en los viajes o cuando entres en modo automatismo fotográfico. Prueba, por ejemplo, a ver qué haces, y qué sientes, si guardas el móvil y decides no capturar imágenes (al menos un día) para evitar distracciones y, en su lugar, te dedicas a absorber al máximo la experiencia del momento sabiendo que todo lo que te vas a llevar es lo que sientas y vivas allí, porque no quedará documentado para nadie más, ni a futuro.
Te adelanto que los smartphones ya nos han programado para que genere cierta ansiedad esa sensación de que se te escapa lo que no seas capaz de capturar allí-y-ahora con tu cuerpo-mente. Vas a sentir que te estas perdiendo algo importante por no sacar fotos, pero es cuestión de acostumbrarse.
Yo me estoy desprogramando, y no digo que sea fácil 🙂
Casti Martín
Yo estoy absolutamente desprogramada. La fotografía no capta nada más que el sentido de la vista, mientras que absorber con los 5 sentidos ese momento tan especial de nuestras vacaciones, hace que lo recuerdes con cualquier sensación sin tener que recurrir a una fotografía que igual ni volvemos a mirar.
Obviamente, si es un viaje largo y con largos periodos de desconexión aprovecho alguno de esos momentos para sacar la cámara o el móvil. Pero para un viaje de dos días, no pierdo ese maravilloso y escaso tiempo en buscar la foto perfecta.
Marta Ortega
Hola Amalio! Soy Marta, una de esas seguidoras silenciosas que te leen desde hace mucho tiempo, y con tu permiso aprovecho para decir que también acompaño a Julen en su reflexiones y rutas ciclistas. Os conocí cuando descubrí que, yo también, era una consultora artesana. Me une a vosotros vuestra capacidad de «sacar punta» a algunos aspectos cotidianos que marcan la diferencia entre vivir conscientes o dormidos. Sobre el tema de las fotos quiero decirte que estoy completamente de acuerdo contigo, pienso que las nuevas tecnologías nos arrastran, a veces sin darnos cuenta, a ver la vida a través de una pantalla. Yo he decidido que quiero ver, oir, tocar y sentir el momento presente. Quiero liberarme de la necesidad de captura la vida para almacenarla en un archivo y recuperarla más tarde (ya sin vida) mientras me pierdo, de nuevo, el aquí y ahora. Por otro lado, creo que la fotografía es un arte que no se adquiere con un simple «click» pues requiere de la habilidad para detectar «la belleza» y para ello es imprescindible la atención plena, poner los cinco sentidos en cada instante. Un saludo!
Amalio Rey
Gracias, Marta, por seguirme y aportar este comentario. Es una gozada veros y leeros. Este hilo de comentarios está siendo muy enriquecedor. Esto que dices es perfecto: «Quiero liberarme de la necesidad de capturar la vida para almacenarla en un archivo y recuperarla más tarde (ya sin vida) mientras me pierdo, de nuevo, el aquí y ahora». Un resumen del post que lo mejora 🙂 Gracias!!!
Iván
Tema muy interesante Amalio, como la serie de posts que estás haciendo alrededor de nuestra relación con la tecnología y las redes sociales. Sabes, hace unas semanas volví a cargar la cámara, me di cuenta de que en el pasado año no la había usado en ningún viaje. Llevaba un año con la cámara escondida en el armario, pues siempre tiraba de móvil. Debo decirte que estoy leyendo tus posts con mucho interés, y lo hago precisamente tras haber leído hace unas semanas el libro de Minimalismo Digital. Disfruto y aprendo leyendo tus reflexiones alrededor de las redes sociales. Hoy en día, Instagram es la plataforma de fotos, Flickr ha ido perdiendo peso en los últimos tiempos. He terminado hace una semana otro libro al respecto de la tecnología, El Enemigo Conoce el Sistema, me ha gustado y complementa cosas del Minimalismo Digital. Voy leyendo a la par dichos libros y tus posts 🙂 , en breve voy a leer La gran adicción de Enric Puig Punyet.
Amalio Rey
Pos’si, Iván, yo también tengo en el radar esos libros que citas. Es un tema que cada vez me interesa más. El de Cal Newport lo empiezo mañana, está en el horno calentándose para el atracón. El de Marta Peirano, pintaza!!! «La gran adicción» va a caer también 🙂
Lo que cuentas de la cámara, que tenías escondida en el armario, es super interesante. Conectándolo con lo que dice Javier en su comentario, me recuerda cómo cada objeto sugiere un «affordance», que es un concepto del que voy a escribir pronto. La cámara tradicional, vista hoy desde la perspectiva de los móviles, es un objeto que si lo coges, si la sacas del armario y sales a la calle con ella, ya indica que el acto de fotografiar es deliberado y un goce en sí mismo. Es un fin, no un medio. Es algo a lo que, ya sabes, vas a dedicar plena atención. Con el móvil, la cosa cambia. Un abrazo
Jordi Pericas
Hola,
Puede haber infinitos motivos para esta conducta, tantos como personas y situaciones dentro de las personas.
Supongo que el impulso que nos guía a registrar cada momento, en el fondo es el miedo a que este momento se olvide y tengamos la sensación de que no lo hemos vivido y por extensión, de que no hemos vivido. Aunque tal vez vivir la vida no consista en registrar momentos ni “residir” en un mundo virtual.
Otro posible motivo podría ser el de “sentirnos poderosos” al enseñárselo a los demás porque “yo sí estuve ahí, y tú…”, entonces es cuando el otro contesta inmediatamente, “en este mismo punto tengo yo una foto que…y además…”, no vaya a pensarse que tú sí y yo no…Otra vez se busca esta sensación de ser «algo o alguien».
Finalmente, podría ser que ante una visión que nos impacta, consideramos mejor “hacer algo” que vivirla en este momento, no sea que este vivirla me muestre quién o qué soy realmente. Por simplificarlo, conjurar el “fantasma” de la soledad que siempre nos acecha.
Un cordial saludo
Amalio Rey
No se podía explicar mejor, Jordi. Todas esas razones explican lo de «necesitar» sacar fotos con el móvil en cualquier sitio. Son razones lícitas, nadie dice que esté mal hacerlo. Solo digo que tiene un coste que hay que considerar. También es una metáfora de la vida moderna que quizás nos inspire a repensar cosas. Gracias
Julen
Me temo que esto tiene mucho de generacional. Nosotros conocimos «otro mundo» y podemos comparar, pero ahora hay otros estándares. Quizá cada cual debamos buscar aquello en donde sentimos que somos «más nosotros mismos» si sirve la expresión. Conste que «capturar» siempre es interesante para que, de entre todo aquel flujo de sensaciones, quede algo sobre lo que volver a experimentar. En mis viajes en bici la fotografía me ayuda a revivir momentos y eso es algo que valoro mucho.
Amalio Rey
Bueno, cada vez que se introduce en un debate el argumento de las diferencias inter-generacionales, me entra la duda (y no es retórica) de si estamos exagerando o nos estamos quedando cortos. En general, soy bastante sensible a esa idea, porque entiendo que los hábitos y costumbres cambian, y que es difícil interpretar el mundo con ojos y orejas de unas personas que tienen unas vivencias bastante diferentes a las mías. Pero, al mismo tiempo, trato de reflexionar sobre qué tipos de sentimientos y expectativas pueden permanecer en el tiempo, y consiguen superar los cambios de paradigmas generacionales, o sea, lo que nos hace comunes como humanos. Sé que ahí tengo mucho riesgo de equivocarme, pero ese ejercicio hay que hacerlo. A veces pienso que, en el fondo, no cambiamos tanto de expectativas, aunque se manifiesten de forma diferente. Voy ahora al grano. Puede ser que haga falta más reflexión, parar y pensar, sobre si estos «nuevos estándares» pueden tener algún efecto negativo en, por ejemplo, la capacidad de atención plena, la paciencia, la cultura de la conversación y del aquí-y-ahora. Todo eso parece saludable con independencia de la época en que vivamos (¿o estoy equivocado en eso?, que también puede ser). Esa idea, que tú sueles repetir, de hacer esas cosas que nos hace sentir «más nosotros mismos», es decir, «dejar fluir», es buena en la medida de que la persona sea capaz de hacer un ejercicio maduro y sereno de introspección para observarse y comprenderse. Eso necesita una madurez que mucha gente no tiene, porque anda en modo rebaño. Lo que quiero decir es que, a menudo, eso que «nos hace sentir nosotros mismos» es, en realidad, algo que «nos hace sentir bien con los demás», porque imitamos o encajamos mejor en lo que se espera de nosotros. No es nada fácil separar una cosa de la otra. Yo no puedo dudar sobre el resultado de una reflexión personal así, no soy nadie para eso, pero al menos recomiendo que se dedique tiempo a observarse y a pensar en eso. En este tema de las fotos, comento en el post lo que yo he notado en mi caso, y me temo que es algo que le pasa a mucha gente, y que no ha reparado en eso. Dicho de otra manera, hay mucho estrés añadido que nos metemos en el cuerpo por cosas que hacemos sin pensar. Algunas de ellas nos parecen que corresponden a ese «nosotros mismos», y después descubrimos que no.
Finalmente, discrepo que capturar fotos sea «siempre» interesante. Esa idea, Julen, es clave, y creo que apunta a la esencia de lo que quiero transmitir en mi post. Los momentos que usas para sacar fotos tienen también un coste que hay que meter en la ecuación. No estamos pensando en eso. El tiempo que estas con la camarita ajustando el encuadre, buscando el sitio exacto, bajándote de la bicicleta (en tu caso…jjj), intentando que salga bien la foto, y pensando en qué van a sentir tus seguidores al ver esa imagen, es tiempo de plena tensión que te estas perdiendo si lo dedicaras a contemplar, tranquilo y sereno, ese sitio, incluyendo dejar reposar las emociones. Ese «coste de interrupción» hay que contemplarlo, y es algo que yo he notado en estos 4 meses, y por eso sugiero que se integre en el balance global de hacer eso. Por eso digo que no pienso que «siempre» sea interesante «capturar». En muchos casos no compensa, y lo hacemos como un automatismo. A eso añado esta pregunta: ¿cuántas veces, en realidad, regresamos a esas fotos para «volver a experimentar» lo que vivimos en aquel momento? Muy pocas, la verdad. Lo que hacemos, más bien, es publicarlas para «transferir» la experiencia a otros, pero ahí se quedan. Para colmo, a más fotos publicamos, menos regresamos a alguna de ellas. OJO, no estoy hablando de tu experiencia como ciclista, de la que solo puedes hablar tú, sino de lo que he vivido yo, y lo que veo en mucha gente cuando saca fotos en los viajes…. Perdona el rollo, pero lo que has escrito en el comentario me ha ayudado a completar ideas del post 🙂
Jaír Amores Laporta
Buenas! Aquí Jaír, de EfectiVida.
Qué bueno tenerte de vuelta. Estos tres últimos posts han sido muy inspiradores. Gracias!
Totalmente de acuerdo con el tema de las fotos. Desde hace ya años, y salvo raras excepciones, no saco fotos en los viajes. Prefiero vivir las sensaciones a tope, concentrado en lo que veo. No me parece mal reportar las vivencias. Tengo suerte, porque mi mujer se encarga de eso porque le gusta. Aún así, creo que se podría prescindir de ello.
Por cierto, tengo 41 (no sé si entra en el tramo de “viejuno”). Y, para más gracia, me dedico actualmente a la fotografía.
Un aspecto a considerar sobre las fotos es su almacenaje, distribución y conservación. Me parece interesante, desde el punto de vista de la efectividad, tener en cuenta que, cuando se hace una foto, hay mucho más envuelto que la simple captura. Dejo un artículo que publiqué al respecto, por si interesa: https://efectivida.es/blog/el-problema-de-las-fotos/
Un saludo desde Las Palmas!
Amalio Rey
Gracias, Jair, por tu aporte. Este tema, creo, que da muchísimo juego. Es el típico asunto en el que no nos detenemos a pensar por qué lo hacemos. Escribí esto precisamente por eso. OJO, hay mucho ejercicio de fotografía que se hace por placer o por experimentación creativa, y no es a eso a lo que me refiero en mi post. Cuando haces eso, si te gusta mucho, puede llevarte a momentos de «fluidez». Por supuesto que sí. De hecho, si lo miras bien, cuando la fotografía se practica así, no hay renuncia de la plena atención, porque sacar la foto se convierte en una experiencia buscada (y disfrutable) en sí misma. Ese nunca ha sido mi caso. Yo sacaba las fotos como un medio, y no como un fin, y supongo que a mucha gente le pasa. Mi reflexión va a dirigida a ese comportamiento…
Javier Garcia León
Creo que el planteamiento es totalmente distinto si en lugar de usar el teléfono usamos una cámara de fotos. Entonces ya no es todo automático; por simple que sea la foto, adoptamos otra mirada de la imagen que tenemos delante.
Saludos
Javier
Amalio Rey
Perfecto, Javier. He leído tu comentario después de responder a Jair, y creo que me anticipé. Lo realmente diferente viene con el smartphones. Con ellos se adopta, efectivamente, otra actitud, una mirada diferente… más automática. No hay disfrute en el acto de sacar la foto, y es tan «barato», que sacamos fotos «por encima de nuestras posibilidades». Un saludo