El campo social de fuerzas y la sala de mandos
POST Nº 668
La emergencia y la complejidad están haciéndose hoy más y más visibles porque las fuentes del poder están cada vez más distribuidas, lo que hace que la inteligencia colectiva sea un paradigma eficaz para manejarse en el nuevo escenario. Pero esto a la vieja política le cuesta asimilarlo: ella solo sabe intervenir desde arriba con maquinarias electorales para asaltar las instituciones.
El filósofo Amador Fernández-Savater, en un estupendo artículo publicado en elDiario.es, repasa con ingenio este asunto de la mano de Foucault y su interpretación del poder como un «campo social de fuerzas» que, en lugar de emanar concentrado desde una especie de «sala de mandos», se alimenta de las múltiples relaciones que atraviesan nuestra experiencia de la cotidianeidad, desde la educación, a la ciudad, la sexualidad o el trabajo. Según este enfoque descentralizado, los poderes más visibles como el Estado, los partidos, el entramado jurídico o el poder económico «no mandan, sino que son puntos de especial adensamiento de la red donde circula el poder, los nodos más grandes de un ecosistema».
Visto así, son el efecto y no la causa de esas relaciones que bullen en la práctica cotidiana. Eso significa que, en definitiva, lo que puede y no puede hacer ese poder está condicionado a la evolución de ese campo de fuerzas que puja, desde abajo, tensándose entre lo viejo y lo nuevo en nuestro día a día, para expresarse en determinados hábitos de comportamiento.
«El poder no es un rey», apuntilla el filósofo español, ni «un objeto que se encuentre en un lugar privilegiado que se pueda ocupar o asaltar», según reza el paradigma revolucionario hegemónico del siglo XX. Está diseminado y se crea o se diluye en ese juego de múltiples relaciones que lo energizan y dotan de sentido, así que no es posible alentar cambios profundos y sostenibles sin un enfoque distribuido que implique a millones de personas, o sea, sin activar lógicas de inteligencia colectiva que se tejan desde abajo, en esa «zona de ebullición» donde arraiga y de donde emana todo poder.
He dedicado muchas horas a pensar en esta cuestión y convengo con que hay que desplazar el enfoque hacia lo distribuido. No obstante, un «problema» que puede plantearse al buscar que lo grande aflore exclusivamente a partir de componer lo pequeño es que el camino puede alargarse hasta el infinito, y eso se lleva mal con el estado líquido, de precipitación inducida, en que vivimos. Ese proceso mágico, a muy largo plazo, resulta tan lento que puede tener un efecto contraproducente: cuesta ver que se está avanzando y eso puede desalentar mucho. Por eso me parece preferible, más realista, la opción mixta, esto es, acompañar el proceso distribuido con intervenciones desde arriba. Intuyo que una parte de «lo grande» requiere una acción distinta del fuego lento en el que se cuecen los compuestos de «lo pequeño».
Mi forma de verlo es la siguiente. La coincidencia de muchas micro acciones poderosas puede, en el mejor de los casos, producir contagios que afecten al conjunto. El campo social de fuerzas empieza así a movilizarse, pero para que ese movimiento cobre todo su sentido también debe alinearse. Y esa alineación demanda que las múltiples pequeñas iniciativas —locales y plenamente significativas— se conecten, agreguen, porque si no lo hacen, según mi experiencia, se produce la ruptura, la brecha en el escalado. Algo pasa que malogra la agregación, que rompe el círculo virtuoso, y todas esas iniciativas poderosas se quedan aisladas, como experiencias memorables en sus entornos locales pero incapaces de cambiar el todo.
Para colmo, los «nodos de adensamiento» del statu quo, tan pronto sospechan que se está intentando el vaciado de las fuentes de las que emana su poder, ponen a funcionar toda su maquinaria para impedirlo. Por eso, insisto, por muy antipático que suene decirlo, una parte del trabajo también tiene que hacerse arriba, en la «sala de mandos», al menos para distraer a los nodos mientras se hornea el cambio desde abajo.
NOTA: La imagen de la entrada es de Anlalogicus en Pixabay.com. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscríbete a este blog” que aparece a continuación. También puedes seguirme en Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva
Julen
Me ha recordado, Amalio, la figura del dictador benevolente. ¿No es posible el avance sin esa intervención “desde arriba”? A lo mejor se trata de seguir hurgando en mecanismos que retroalimenten al colectivo y le devuelvan en forma de retroceso/progreso lo que desde una multitud de pequeñas acciones sucede. Me da que la clave va por disponer de medios para obtener no ya un feedback local, sino global.
Buen tema este que planteas 🙂
Amalio Rey
Bueno, no tengo una respuesta definitiva a eso. Es posible, claro, sin la intervención “desde arriba” pero es demasiado lento para el tempo que podemos aguantar hoy. Necesitamos estímulos. Totalmente de acuerdo con lo que dices de que un factor importante es disponer de mecanismos de feedback (negativos y positivos) que nos vayan dando pistas de los progresos o de la necesidad de corregir. Ese feedback se recibe habitualmente a escala local, pero esa información “micro” puede ser muy diferente a lo que aflora más lentamente a escala “macro”. Como bien dices, el feedback global es más complicado, pero sería una mejor brújula.
Ulises Marin
Amalio. Muy interesante. Concuerdo con los pricipios que sustentan tu razonamiento. Pecando de un posible “reduccionismo bien intensionado”, creo que hay que tener en cuenta un problema: la suma de pequenas partes no necesariamente igualan el todo. Esto ha sido uno de los nuevos enfoques que dan al traste con mecancismos heredados de la era newtoniana y darwinista. Sin dejar de reconocer y aplicar ciertos elementos de la interpretacion mas clasica, hay que combinarla con los nuevos retos de un analisis objetivo que puede desmontar utopias de buenas intesiones.
El modo de produccion moderno ha convertido a las partes en micro partes que en ultima instancia funcionasn para si mismas y las dejan fuera de un interes real de participar cuando “cambio” represente “perdida”. Asi las cosas, las micro partes que si ven en el cambio y/o la redistribucion de poder para el beneficio “micro”, seguiran una sumatoria que no por infinita supera a una Parte mayor. Ejemplo matematico ilustrativo: La suma de todas las fracciones entre 0 y 1 nunca llegara a 2.
Debate abierto y otra vez, interesante manera de enfocarse. Saludos. Ulises.
Amalio Rey
Hola, amigo, qué gusto verte por aquí!!!
Por supuesto que “la suma de pequeñas partes no necesariamente igualan el todo!! Amador tampoco presupone eso, porque reconoce que los efectos emergentes suelen producir efectos imprevisibles. De hecho, son los más interesantes. A eso los sociólogos llaman el «problema micro-macro», o sea, la dificultad de comprender lo que ocurre cuando se pasa del comportamiento de individuos o grupos pequeños al de multitudes.
En cuanto a lo que dices me queda claro que las “micropartes” deben sentir que ganan, no pierden, participando. Que lo “macro” que se imaginan se va a traducir en un “micro” que les beneficia. Para que eso se entienda me parece esencial insistir en la cultura de las interdependencias (estamos cada vez menos aislados de los demás, y dependemos más de todo/as) y en una pedagogía de lo colectivo que ayude a entender que si no participamos, si no nos involucramos, lo harán otros por nosotros.