Vivir, trabajar y colaborar en Andalucía (post-391)
Acabo de caer en la cuenta de que en diciembre cumplí 10 años viviendo en Andalucía, más concretamente en Málaga. Un aniversario tan redondo merece un post.
Recuerdo que al cuarto año de estar aquí escribí un artículo sobre los hábitos culturales de trabajo en Andalucía que dio bastante conversación. Al retomarlo hoy veo que puedo suscribir la mayoría de las observaciones que hice entonces.
Sé que es arriesgado tocar estos temas porque es difícil hacerlo sin estereotipar. Hay muchos tipos de “andaluces”, como los hay de catalanes o vascos, así que afirmar que la gente de por aquí es muy simpática y positiva sólo significa que te estás refiriendo al patrón mayoritario que has tenido oportunidad de conocer. Son vivencias personales y nada más. No hay que darle más crédito, ni se debe generalizar.
Venirme aquí ha sido mucho más positivo y gratificante de lo que me auguraban algunos colegas cuando dejé Madrid y la Universidad Carlos III. Yo estaba buscando una ciudad con mar, esa era la condición, y recuerdo que mis “finalistas” fueron Barcelona, Valencia y Málaga, así que decidí pasarme casi un mes viviendo en cada sitio. Málaga ganó por goleada. Sé que suena a tópico, pero me atrapó su luz y sobre todo la simpatía de la gente. Hoy sé que tomé la mejor decisión, porque este es el tipo de entorno que saca lo mejor de mí.
Vivir aquí es genial, pero trabajar ha sido bastante más complicado. No sólo por lo deprimida que está la economía del Sur, sino (tirando de estereotipos) porque mi perfil profesional creo que encaja más con el Norte. A los hechos me remito: tengo más proyectos fuera que en Andalucía. De todos modos, voy a compartir algunas observaciones sobre cómo trabaja el andaluz que yo he conocido.
Lo primero que quiero decir es que el andaluz trabaja muchísimo más de lo que aparenta. A diferencia de otros territorios que no hace falta que mencione, donde contar a los amigos que uno trabaja mucho (incluso más de lo que lo hace) queda estupendo; en Andalucía pasa todo lo contrario. Aquí ganar un montón de pasta trabajando lo justo es lo que siempre ha causado admiración. O dicho de otra manera, ser el listillo queda bastante mejor que ser el pringao.
La autoestima personal e institucional es todavía baja. Vamos muy sobrados para abordar ciertos temas pero a la hora de valorar lo que hacemos, algo falla. Es muy común en Andalucía que el que viene de afuera (casi) siempre tenga más razón que el de aquí. Conozco unos cuantos proyectos en los que se ha contratado a gente de otros sitios sin ninguna necesidad.
También he visto que la velocidad de difusión de las buenas (y malas) ideas en Andalucía es muy superior a la media española. No es una conclusión nada científica, sino puramente empírica. Debido al carácter tan abierto y extravertido de los andaluces, cuando se hace algo bien (y también, obviamente, algo mal) se difunde con mucha rapidez gracias a que el boca-oreja funciona aquí de maravilla.
Una de las paradojas andaluzas es que siendo la gente tan simpática y abierta, tan “social” (un término ambiguo, que podríamos discutir), la cultura de la colaboración sea tan pobre. Es relativamente fácil conectar, tejer relaciones que son tan placenteras como superficiales. Pero que eso se traduzca en conexiones más profundas, basadas en compartir o en arriesgar por el otro, va un trecho. Y ya ni te cuento si se trata de compartir información de valor. El gap que existe en estas tierras entre “caerme bien” y “confiar” sigue siendo un misterio para mí.
A mi modo de ver, la forma de cooperar en Andalucía es muy arcaica. Cuesta mucho convencer a la gente de que las ventajas de cooperar no son tan visibles a primera vista. Pretender calcular de antemano, antes de ponerse a trabajar juntos o incluso desde el principio que comienza un proyecto, qué ventajas va a sacar cada parte del otro es un hábito típico de la gente con escasa experiencia cooperativa, y esto desgraciadamente pasa mucho por aquí. Sólo se miden las ventajas más obvias y de corto plazo, ignorándose por ejemplo, los beneficios más duraderos de la colaboración como pueden ser el aprendizaje y la construcción de redes de apoyo. Lo mismo digo sobre otra costumbre muy andaluza que es la de preocuparse más por lo que gana el otro que por el rédito conseguido en función de sus propias expectativas.
Mi último apunte tiene que ver con la escasa simpatía que se siente en Andalucía por el método. Cuesta fijar estrategias, pero más todavía cumplir con ellas y seguir metodologías ordenadas. Se sigue sobreestimando las virtudes de improvisar. Una costumbre extendida, y a la que me cuesta acostumbrarme, es la de no dar tiempo a las metodologías y herramientas a que den sus frutos. Por aquí la gente es demasiado impaciente para aplicar con disciplina procedimientos de análisis ordenados, y a la primera que falla algo, o no se ven resultados inmediatos, se vuelve al caos y a la improvisación, donde parecen sentirse mucho más cómodos. Después tienes que escuchar que te digan: “esa metodología no es aplicable aquí”.
Algunos me dirán (con razón) que lo que cuento en este post ocurre en toda España, pero después de viajar mucho y conocer gente/proyectos de todos los sitios, sigo pensando que estos hábitos se arraigan aún más en el Sur. Y OJO, a pesar de los pesares, tengo claro que vivir aquí es de las mejores cosas que me han pasado.
Nota: La imagen del post es del album de Calvo Pastor en Flickr
Kattya Matorras
Con total desconocimiento de la parte de colaboración y trabajo en Málaga, pues no he tenido la experiencia y además para mí era como la gran olvidada y desconocida, hasta hace un par de fines de semana que tuve que ir precisamente por trabajo en un viaje relámpago, me quedo con la parte que te hizo elegir la ciudad para vivir en ella, pues yo sólo estuve algo menos de 24h y puedo decirte que parecía que había estado allí desde siempre, me embrujó y de alguna manera me enamorisqué un tanto de ella y como decía en un nota que dejé caer por la red, la ciudad se quedó con ganas de mí, luego tendré que volver y comprobar si no fue un amor fugaz.
Gracias Amalio tu visión de los temas que abordas me parece reflexiva y en los tiempos que andamos es algo que me gusta.
Te dejo aquí un pequeño enlace de mi corta visión Malagueña
https://www.facebook.com/kattya.matorras/posts/540684846038695?stream_ref=10
Amalio Rey
Hola, Kattya.
Como sabes, ya me pasé por tu FBK, y te dejé un comentario. Te decía que no me extraña que hayas sentido eso al conocer Malaga. Si te fijas bien, ésta es una ciudad que no queda entre las 3 primeras de España en nada, en ninguna categoría. Si hablamos de belleza, e intentando ser objetivos (aunque eso es dificil en esto), solo en Andalucía hay cuatro ciudades como mínimo que la superan en patrimonio y otros activos: Granada, Cadiz, Sevilla y Cordoba. Sin embargo, Málaga clasifica bien, muy bien, y a la vez… en un montón de categorías. Es una ciudad muy equilibrada, que ofrece casi de todo. Ya ni te hablo del clima y del mar. Su mayor problema no es solo económico, sino cultural. La gestión cultural de esta ciudad deja mucho que desear, pero en fin… este es otro tema, que daría para otro post. Un saludo 🙂
Jesús J. de Felipe
Siempre tenemos que tener en cuenta lo erróneas que suelen ser nuestras intuiciones estadísticas en las que a veces basamos nuestros juicios, prejuicios, cotilleos, y procesos de decision. Se pueden ver ejemplos muy interesantes por ejemplo en Daniel Kahneman “Thinking, Fast and Slow”.
Los rasgos culturales asociados a una comunidad o grupo no suelen ser los predominantes y relevantes en una relación profesional o personal, sino como son en cada caso la persona concreta y el contexto específico en el que se desarrolla la situación.
Amalio Rey
Jesús:
Por supuesto que hay sesgos (estadísticos, si quieres) en toda intepretación humana. Pero es tan inevitable eso, como la necesidad de interpretar los contextos, y manejar probabilidades. Estoy de acuerdo con que lo que importa es la relación concreta, la persona puntual con la que tienes la oportunidad de trabajar, pero si resulta que después de muchas interacciones sucesivas con un determinado medio percibes que hay situaciones que se repiten, comportamientos similares, entonces ya empiezas a pensar que hay ciertos patrones de base, y que éstos pueden responder a rasgos culturales. 10 años en Andalucía, trabajando mucho y con gente muy diversa, me parece suficiente para poder sacar mis propias conclusiones. Al final, como en todo, es una cuestión de probabilidades, y yo creo en ellas (mucho!!) como herramienta para pensar mejor.
Guille
Estuve viviendo 4 años en Sevilla y comparto plenamente tu visión, aunque también pienso que, como dices al final del artículo, es un problema compartido por el resto de España, sobre todo lo de seguir un método, somos contrarios a aplicar cualquier metodología …
Amalio Rey
Sip, Guillermo, así es. Los métodos no se lleven bien con la cultura latina 🙂
Iván
Yo creo que se vive bien por el Sur con menos pasta que en el norte. Pero a la hora de trabajar debo decir que es otro cantar. En mis dos experiencias viviendo y trabajando en el Sur he visto cosas en la forma de llevar empresas y trabajadores que me hace poner las manos en el cielo. Ahora sigo por aquí y debo decir que en muchas cosas lo que domina es el caos y la improvisación, lo estratégico o la visión es ciencia ficción. Yo vengo del norte, concretamente de Asturias, región industrial y con largo trayecto en eso que llama reconversión industrial-minera. He pasado como bien sabes 5 años trabajando por Euskadi y debo decir que por allí están en otro nivel si lo compara con Andalucia, y es que hay años luz en temas de Management, de empresas, de I+D, o de ir buscando otras formas como esos temas de Innovación abierta, transparencia, colaboración etc. En mi caso sigo aprendiendo desde la distancia y por cuenta propia, pero si debo decir que la supuesta calidad del sur no es algo que me va a retener para desarrollar aquí toda mi carrera profesional. Y es que pese a la importancia de las redes e internet, soy de los que sigo pensando que para aprender debes estar codo con codo al lado de gente. Un abrazo Amalio
Amalio Rey
Ivan: De acuerdo. Las diferencias en los modelos empresariales son notables. Lo del caos y la improvisación marca mucho por aquí. Trabajo bastante por el País Vasco, y yo ahí noto mucha más madurez en la colaboración y en la disciplina de gestión. Pero aún así, tampoco se salvan del “Spain is diferent”, gústeles o no.
Tienes toda la razon con lo de viajar y buscar nuevas experiencias codo-con-codo al lado de la gente. Hay buena calidad de vida en muchos sitios, donde también se puede aprender. Pero a cierta edad a uno ya le apetece menos “comerse el mundo” (no estoy en tu liga, ya me gustaría), así que prefiero quedarme y valorar lo bueno que he encontrado. Si soy feliz aqui, quiero mejorar esto en la medida que me dejen. Además, sabes por mis origenes que tengo mi corazoncito dividido, así que sé lo que significa el desarraigo y lo duro que es reconstruir los contextos para un emigrante. Un abrazo fuerte 🙂
Delia
Muy buen post Amalio. Por si te sirve para tus reflexiones te cuento lo que yo sentí cuando con 14 años vine a vivir a Andalucía desde el País Vasco.
Acostumbrada a un grupo reducido de muy buenas amigas por las que dabas la vida, y “blindado” hasta el punto de que si un día salías con otra cuadrilla era como ponerle los cuernos a la tuya, me chocó mucho encontrar un “sistema” basado en “soy amigo de todo el mundo pero no me mojo por nadie”. ¿Cosas de adolescentes? Quizás…
Eso sí, como bien aclaras en tu artículo, esto sólo son generalizaciones 😉
¡Un beso!
Amalio Rey
Hola, Delia:
No sabía que eras “inmigrante”. Yo te hacía boquerona de fabrica 🙂 Describes genial esas diferencias entre el Sur y el Norte, que yo también he sentido. Me alegra verte por aquí… Un beso…