¿Vivimos en una sociedad más narcisista? (post-554)

Kristin Dombek publicó, en 2016, The Selfishness of Others (El egoísmo de los demás), un ensayo de 130 páginas dedicado íntegramente al Narcisismo. El librito tuvo cierto seguimiento y en general fue bien acogido, aunque también agitó bastante debate. Me lo traje de USA y esperaba más de él. Está escrito en un inglés rocoso, arduo de leer, y no me gustó demasiado, pero al menos me sirvió para saciar mi interés por este tema, al que le vengo dando vueltas desde hace tiempo.
Mi impresión personal es que vivimos en una sociedad cada vez más narcisista. Esta percepción es subjetiva, y no creo que haya forma de demostrar esa hipótesis con datos. Algunos lo han intentado, pero con resultados bastante discutibles. No hay evidencias concluyentes de que eso sea cierto, ni los científicos se ponen de acuerdo.
Según el famoso ensayo “The Narcissism Epidemic: Living in the Age of Entitlement”, escrito por los psicólogos Jean Twenge y Keith Campbell, desde la década de los 80 hasta nuestros días el “comportamiento narcisista está aumentando en nuestra sociedad al mismo ritmo que lo hace la obesidad”. Este estudio, muy citado por los medios, llama a los millenials la “generación Me”, y plantea el problema como una epidemia; pero algunas voces opinan que esa investigación cae en errores de “falacia generacional” porque se deja llevar por prejuicios sin evidencias científicas. El psicólogo social Jeffrey Arnett, uno de los críticos más activos de la teoría de Twenge, piensa lo contrario. Para él, la idea de los millenials como generación narcisista es un mito, y que más bien ocurre lo contrario, que es una generación de personas más sociales, generosas y empáticas que cualquiera anterior.
En fin, yo lo que veo es que la gente se mira cada vez más al ombligo. No es una cuestión de más autoconfianza, sino de puro narcisismo. Tampoco se circunscribe a los millenials, sino que es una práctica profesional bastante extendida, en parte arrastrada por la omnipresente influencia del marketing mal hecho.
Pondré un ejemplo. El otro día posteaba en Facebook sobre la forma en que alguno/as se presentan en sus blogs y perfiles de redes sociales, y decía que yo debo ser muy pudoroso, o un pazguato, pero no entiendo cómo una persona con cierto reconocimiento profesional puede presentarse a si misma, en su propio blog, en estos términos, sin ruborizarse (y cito literal):
«***** es uno de los mejores especialistas en Branding del mundo. Tiene talento y carisma, y ha sido considerado como ‘Mr. Branding’ en varios países. Con una personalidad magnética se ha posicionado en puestos de liderazgo desde su juventud…»
Es curioso porque aparecía redactado en tercera persona, lo que induce a pensar (intencionadamente) que es una opinión de otro, pero no es así, es cómo se describe a sí mismo un ilustrado experto del Branding. Yo me pregunto, leyendo eso, si un profesional, por muy brillante que sea, no siente vergüenza de decir que tiene “una personalidad magnética”. Después, me encuentro a otro bloguero que se presenta como el “Enfant Terrible del Management” y se queda tan pancho 😊
Ejemplos como esos, de sobreexcitación autopromocional, te encuentras a porrones en Internet, y lo más chocante es que la sociedad haya perdido la capacidad de sorprenderse, o incluso que “normalice” el autobombo como una práctica plausible.
Yo, como decía, percibo indicios de que el narcisismo gana terreno, y que es posible que tengamos que hacer algo con eso antes de que se convierta en un problema más grave. Los tristes hechos que se dieron en los atentados terroristas de Barcelona, cuando personas de a pie, buscando su momento de gloria, publicaban imágenes totalmente inoportunas, o preferían sacar fotos antes de salir corriendo o echar una mano a quien lo necesitara, son un buen ejemplo del daño que puede hacer esa tendencia obsesiva de mirarse al ombligo. También tenemos los fatídicos selfis que a más de un irresponsable le ha costado incluso la vida.
Las redes sociales alimentan en buena medida el narcisismo porque favorecen la exposición pública a unos costes muy bajos. Hay un sobre-estímulo que no es fácil de gestionar, porque el feedback que producen canales como Facebook o Twitter es tan inmediato, que pueden generar obsesión e impaciencia a la hora de seguir hilos de publicaciones que impactan de forma directa en la percepción de nuestra imagen. De forma rápida recibimos palos o zanahorias, y eso amplifica el interés de llamar la atención, de recibir más “me gusta” o RTs, o de modular la proyección que uno percibe que produce en los demás. Por eso alguien ha dicho, y yo creo que, con razón, que puede haber una fuerte correlación entre el número de veces que las personas actualizan al día sus redes sociales hablando de sí mismas con el grado de narcisismo que padecen.
Pero me gustaría centrarme ahora en explicar con más detalle qué significa ser “narcisista”. En sus niveles más serios se ha tipificado como un “desorden de la personalidad”, y reconocido como una patología, pero yo me refiero aquí a un narcisismo más común, como una tendencia a tener una vanidad muy elevada y una terrible necesidad de llamar la atención. Parte de ese comportamiento egocéntrico consiste en exagerar logros y talentos, e idealizar el yo hasta grados que parecen fantasiosos. También es habitual del narcisista que les guste el poder y necesiten recibir constante admiración. Por eso quizás tengamos tantos de esos en la clase política.
Lo que parece un comportamiento de mucha autoconfianza, en realidad se trata de inseguridad y falta de empatía. Se suele decir que, en el fondo, los narcisistas están vacíos, y por eso canalizan su falta de propósito al culto de su propia imagen. Necesitan mostrar éxitos y logros para conseguir aprobación. Buscan producir envidia en los demás, parecer más que ser.
Pueden llegar a ser muy carismáticos. Incluso amables y dulces, siempre que consigan sus objetivos de llamar positivamente la atención. Sus comportamientos constantes de autopromoción a veces se enmascaran de falsa modestia. Solo aceptan un reflejo positivo del espejo y por eso alimentan expectativas no realistas. Eso explica que les cueste tanto encajar críticas y opiniones diferentes a las suyas.
Por cierto, me ha llamado poderosamente la atención que en los libros que he estado leyendo se habla incluso de “narcisismo colectivo”, incluido el “corporativo”, como una forma de exagerar el YO identitario con ensoñaciones de superioridad o supremacía que no se corresponden en absoluto con la realidad. Esto del “narcisismo colectivo” puede que me llame la atención (y me preocupe), incluso más, que el individual, o el adolescente.
Luis Manteiga Pousa
Por ponerle algo de humor a tanto narcisismo e infantilismo social.: Se va a volver a poner de moda el juego del yo-yo
XLuis MP
Chiste bastante malo el mío, ciertamente. Tuve días mejores.
Matias Mola
Muy bueno! Me gustó tu punto de vista.
David Criado
«Poderoso caballero es don»… Ego.
Sin haber leído ninguno de los textos que comentas, me han llamado la atención dos cosas de este artículo que escribes y que te agradezco mucho porque me han hecho pensar.
En general estas situaciones que comentas me suelen resultar muy divertidas. Pero voy al grano…
La primera cosa que me ha llamado la atención es que por primera vez tras leer un texto que habla de la presunta epidemia narcisista de nuestro tiempo, el autor del texto -en este caso, tú- reconoce que no existen y tal vez puede que nunca puedan existir evidencias fiables de la existencia de dicha epidemia. Además señalas que en tu opinión no es una característica generacional sino una práctica profesional bastante extendida. No puedo estar más de acuerdo en ambas percepciones, Amalio.
Esto de que los millenials son narcisistas por sí solos me provoca mucha risa, en general como cualquier otro atributo que se asocie a una característica genérica (edad, procedencia, afiliación,…). Para empezar empleamos mal el termino millenial, porque los millenials al principio somos mogways (espíritus malignos en chino) que luego nos convertimos en millenials si se incumplen alguna de las siguientes recomendaciones: No se le debe acercar a la luz, especialmente a la del sol, No se le debe mojar con agua, No se le debe alimentar después de media noche… En fin, hecha la coña, continúo…
La segunda cosa que me ha llamado la atención -manda huevos la coincidencia- es que al leer los dos casos prácticos de narcisismo que comentas en el artículo he sabido al instante de qué personas se trataba. Conozco su trabajo y he coincidido con ellos por lo que las frases me resultaban más que familiares. Y aquí es donde llega mi comentario:
Creo que hay una muy delgada línea entre dos conceptos: verdad de éxito (constatación de un hecho) y presunción narcisista (autobombo de ego). Creo que esta línea además es imposible que sea objetiva y la pone cada uno a libre criterio. A menudo tendemos a recelar, tirar piedras o desconfiar de la persona que logra reconocimiento social. Cuando el reconocimiento social es un hecho, en mi opinión la manera más corta de ser un cenizo e incubar una mentalidad mediocre es negar este reconocimiento.
Por otro lado también diferenciaría entre lenguaje y profesional. En estos dos casos tengo la sensación de que se trata de dos profesionales respetados en su ámbito de actividad, uno de los cuales creo también que ha pecado de pretencioso en el lenguaje que utiliza para presentarse. Lo de «Enfant Terrible del management» por ejemplo a mí no me canta tanto… Como ves, para gustos los colores.
En todo caso, creo que siempre puede haber un término medio entre ponerse en valor enunciando logros y ceñirse radicalmente al refrán «Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces». Pasarse por uno u otro lado puede traducirse en dos comportamientos: o bien ser pretencioso o bien anularse a uno mismo.
Por otro lado, ayer en una reunión con Colombia alguien me dijo que echaba de menos que la gente pusiera en valor sus fracasos y que el formato https://fuckupnights.com/ o «Casos de fracaso» le encantaba. Tal vez puede ser un buen antídoto contra el narcisismo, ¿no crees?
Amalio Rey
Gracias, David, por pasarte por aquí y dejarnos tus comentarios, siempre interesantes y atinados. Te respondo. En cuanto a lo primero, efectivamente, es muy complicado referirse a los millenials sin caer en falacias generacionales. Es bastante habitual juzgarlos desde nuestras propias referencias, y ese es un error. Yo lo que veo es que el narcisismo crece, pero en toda la sociedad. Aun así, sigue siendo una percepción subjetiva. Es difícil medir eso.
Lo segundo que comentas es más discutible. Nadie dice en este post que alguno de los dos ejemplos de profesionales que cito no sea bueno en lo suyo. Fíjate que ni siquiera conozco su trabajo pero es que tampoco me hace falta, a los efectos de lo que comento. Estoy hablando aquí del lenguaje de autobombo, de los excesos autopromocionales y de como dices, la visión pretenciosa de sí mismos. No me interesa en absoluto entrar en los casos particulares de esas personas, que insisto, ni conozco, sino en la forma de proyectarse a sí mismos a los demás, que es a todas luces demasiado pretenciosa. Te confieso que yo, en general, recelo bastante de la gente que se presenta así, y rápido les aplico mi «factor de descuento».
Lo de que «a menudo tendemos a recelar, tirar piedras o desconfiar de la persona que logra reconocimiento social» es cierto, pero no es el caso. Yo no puedo quitarles «reconocimiento» al trabajo que hacen estas personas, pero sí decir que ese autobombo suena empalagoso y hasta desagradable. ¿cómo un profesional puede decir, de sí mismo, que tiene «personalidad magnética» y quedarse tan pancho? perdóname, pero además de ser muy vanidoso, ¿cómo puede comunicarse así una persona que se dedica al Branding? Y en cuanto al lo del “Enfant Terrible del management”, es cierto que chirría menos, pero también me parece pretencioso. Es ponerse los focos encima o «vender» una singularidad que queda mejor que te la atribuyan los demás, y no tú mismo. En fin, que cada uno/a haga lo que quiera con su «marca personal» (por cierto, menudo palabro) pero para mí, ambos son ejemplos del daño que ha hecho el marketing en la incontinencia expresiva. Yo siempre pienso que los contenidos, y los hechos, hablan por nosotros. No hace falta inventarse calificativos rimbombantes.
Un abrazo