¿Para quiénes escribimos?

POST Nº 684
Esta es una pregunta que nos hacemos a menudo los que publicamos textos. En mi caso más después del triple mortal que hice para terminar mi ensayo sobre inteligencia colectiva y verlo rodar por el oscuro mercado editorial. Si bien escribir una obra en formato libro o publicar posts ligeros en blogs (hago ambas cosas) exige rigores diferentes y son actividades que se dirigen a lectores que pueden ser dispares, intuyo que hay manías comunes en las dianas a las que uno tiende a apuntar.
Estuve investigando un poco para responder a esa cuestión. Si escribes y publicas, te invito a que lo hagas. Permíteme ahora que haga ese ejercicio con mi escritura. Lo primero que observé es que el patrón más recurrente en mis publicaciones es la intención de hacerme entender por las personas llanas, sin demasiada cultura lectora. No estoy diciendo que lo que cuento sea simple, porque casi nunca lo es. Me inclino a elegir temas complejos y a exprimir los matices. Adoro los matices y esa parte paradójica que siempre tienen los temas interesantes. Esto añade necesariamente un plus de complejidad a lo que escribo, pero siempre me esfuerzo en tratar de explicarme de una manera que sea sencilla y clara. Hay una parte didáctica en mí, de profe vocacional, que tiñe todo lo que publico. A veces, de forma paternalista, con explicaciones recurrentes y muchos ejemplos que un lector experimentado desearía que me ahorre. Esa manía pedagógica entraña un problema: soy demasiado explícito, y esto puede penalizar la excelencia literaria de lo que escribo, aunque es un coste que tengo perfectamente asumido. Sé que nunca voy a ser un escritor para lectores sofisticados de literatura exigente pero, insisto, eso tampoco me quita el sueño.
Mi talento no va por ahí. Y George Steiner me ayudó a entenderlo en una deliciosa entrevista en la que se quejaba de la vanidad de los académicos a los que solo les interesa publicar artículos originales en grandes revistas y menosprecian el trabajo que hacen los buenos docentes. Lo explicaba de forma maravillosa, con esa inmensa sabiduría del inglés:
«Yo quiero ser el cartero, quiero que me llamen El Cartero, como ese personaje maravilloso en la película sobre Pablo Neruda. Es un trabajo muy hermoso ser profesor, ser el que entrega las cartas, aunque no las escriba».
Yo escribo mis cartas, soy también un creador de contenidos pero me siento más ese cartero de Steiner, un «profesor» que, desde la humildad, trata de explicar de forma sencilla cosas complejas. No sé si por falta de talento, o de ambición, pero no tengo más pretensiones que eso. Lo que yo hago básicamente es curar, conectar, resumir y tratar de explicar bien las ideas de otros.
Quizás por eso otra de mis obsesiones es renunciar ex profeso a detalles innecesarios que solo sirven para demostrar erudición. Siento rechazo por los textos barrocos, pomposos, en los que importa más demostrar un estilo sofisticado que articular mensajes que fluyan desde una sencillez elegante (Es el caso, por ejemplo, del libro «Los asquerosos», muy celebrado por algunos medios pero que a mí se me hizo insufrible). En la misma línea, me saturan los autores que se regodean en su memoria y conocimiento infinitos ―empeñados en que te enteres de lo mucho que han leído y de lo eruditos que son― si atiborran y oscurecen lo que se puede contar de una manera más directa. Es verdad que hay un tipo de erudición que es lúdica, una fiesta de piezas traídas de cajones inesperados que encajan y aportan sentido, también belleza, pero la mayoría suele ser pedante y demuestra muy poco respeto por mi tiempo.
Esto me recuerda que mientras revisábamos el manuscrito de mi libro, la editora me insistía mucho en no dar tantas explicaciones. Ella me proponía textos alternativos más ambiguos, abiertos y menos explícitos. Esas enmiendas parecían embellecer el relato, lo hacían más literario, pero yo no me reconocía en esa voz, mi parte didáctica se resistía cuando el mensaje no quedaba claro o creía que necesitaba más ejemplos. Esta vocación de profe atraviesa todo lo que escribo y supongo que también define (y acota) mi audiencia, para bien y para mal.
Si me has leído a menudo, me gustaría saber qué opinas tú. Si te atreves a hacer este ejercicio con tus propias publicaciones, cuéntame para qué tipos de lectores (crees que) escribes…
NOTA: La imagen es del álbum de terimakasih0 en Pixabay.com. Si te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de «suscríbete a este blog” que aparece a continuación. También puedes seguirme en Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva. Más información sobre mi libro la tienes en este enlace.
Jose Manuel Beas
Hola Amalio
Me siento muy reconocido en tu artículo y en lo que dicen también tus lectores en los comentarios. Yo suelo decir que escribo para mí mismo, pero debo reconocer que no es del todo cierto: hay un poco de «cartero» en mí. 🙂
Gracias,
JMB
Amalio Rey
José Manuel, es verdad, aunque yo «escribo para comprender», y es totalmente cierto eso, me encanta compartir las cosas una vez que las comprendo. Esa parte de profe la disfruto mucho. Gracias por el feedback
Guillermo Yañez Sanchez
Buenos días Amalio.
A menudo te leo y siempre entiendo lo que dices. Quizá encajo en ese perfil de «persona llana, sin demasiada cultura lectora».
Pienso que es difícil afinar y satisfacer las expectativas de todos los potenciales lectores. Siempre habrá a quien le parezca una reflexión muy superficial o muy profunda.
Es complicado.
A veces me pasa que leo resoluciones de tribunales de recursos contractuales y no entiendo lo que dicen. Llego al final y no sé si se estima o se desestima el recurso planteado.
Me gusta leer textos simples, con un lenguaje claro y sencillo. Párrafos cortos y frases estructuradas: sujeto + verbo + predicado.
Es lo que intento hacer en mis actuales publicaciones en el blog que estoy creando en la intranet de la AECID para generar un conocimiento especializado en la compra pública de la Agencia.
Había publicado una reflexión y la he vuelto a editar para adornarla con un ejemplo.
Voy a poner más ejemplos.
Tengo que dar ejemplo.
Nada más.
Un fuerte abrazo y a ver cuando nos vemos en vivo y en directo.
Amalio Rey
Hola, Guillermo: Lo de «sin suficiente cultura lectora» me refería a mínimos, y no a que la persona deba ser necesariamente así. Yo me pongo ese umbral, intento pensar en alguien al que le cuesta entender asuntos complejos y/o que le pesa leer textos con un estilo sofisticado. Es verdad que es complicado atinar con los potenciales lectores. Yo mismo me sorprendo a veces por la gente a la que llego, o a la que no consigo llegar. Un abrzo
Rafael Moreno Hernández
Amalio tienes una prosa excelente, ¿latinoamericana?, de maestro de los antiguos (con todo mi respeto para los nuevos maestros), trabajada con revisiones y pensada… te leo desde hace años y desde siempre has procurado que tus lectores «conecten» con el contenido… es verdad que escribir un blog es dintinto a escribir un libro, somos los mismos lectores pero en distintos momentos….
Soy maestro de primaria jubilad, transformado en consultor pedagogico/empresarial y me identifico totalmente con el mensaje y la forma de transmitirlo… enhorabuena vecino
Amalio Rey
Gracias, Rafael!! mi prosa es la que es sin yo saber muy bien por qué. No creo que mi origen influya. Te diría, más bien, que mi prosa está más influida por el estilo anglosajón: directo, síntesis, etc.
Jorge
Yo creo que tu forma de escribir es fantástica para lo que buscas. Más de una vez he descrito tus charlas y artículos comentando que «justo cuando notas que la cosa se empieza a poner ambigua, Amalio te pone un ejemplo y lo clava». Nunca dejes de poner ejemplos 😀
Amalio Rey
Muchas gracias, Jorge. Me consta que tú también eres de poner ejemplos, y muy buenos!! un abrazo