Blindar el tiempo de no-trabajo
POST Nº589
Trabajo donde vivo y sé bien los riesgos que tiene eso. También, las ventajas. Si fuera más joven no lo haría pero, ahora, con mis caprichos viejunos, me cuesta encontrar un sitio en el que me sienta (y me concentre) mejor que en mi despacho de casa.
Los que trabajamos así sabemos que ese es el escenario menos propicio para separar la vida personal y laboral pero, visto lo visto, no hace falta trabajar en casa para caer en el error de mezclarlos. Quiero escribir de eso pero sin ánimo de dar lecciones porque es algo que yo no tengo resuelto todavía. Solo quiero explicar por qué creo que el tiempo de ocio, de descanso, o como llamen a esas horas de no-trabajo, hay que blindarlo con plomo para que el modo profesional no termine engulléndolo todo.
A decir verdad, siempre desconfié de la idea, tan asociada a los knowmads, de que había que dejar que se mezclara con naturalidad el trabajo con el resto de la vida, porque es una tendencia de la vida moderna contra la que no conviene oponer resistencia. Recuerdo que hace casi 10 años, cuando un grupo de amigo/as consultore/as discutíamos los detalles del texto que terminó siendo la Declaración de Consultoría Artesana, nunca me sentí cómodo, y lo expresé, con un párrafo que se propuso incluir en aquel documento, que asociaba la idea cierta de que “nos gusta nuestro trabajo” con “no establecer rígidas separaciones entre nuestra labor de consultoría y otras facetas de nuestra vida” para así “integrar nuestro trabajo como una actividad más de nuestro quehacer cotidiano”.
Si en aquel entonces dudaba de ese principio, hoy, después de lo mucho que he visto, tengo más claro que el agua que “establecer rígidas separaciones” es lo más saludable que se puede hacer, al menos para el tipo de vida que yo tengo. Para colmo, el enfoque artesano es muy vocacional, lo que entraña un riesgo enorme de que se convierta en una actividad expansiva y liante, así que la gestión del tiempo se tiene que hacer con mano de hierro. Mientras otros mezclan y mezclan, yo trato de levantar paredes cada vez más altas para aislar los momentos de descanso y de ocio, del trabajo de consultoría.
Incluso en el mejor escenario profesional, lo que parece un ejercicio libre y voluntario, que hacemos con goce, tiene trampa. Es un espejismo. Si no blindas el tiempo de ocio, el del trabajo se lo come todo, y eso no es bueno ni siquiera cuando la tarea se disfraza de actividad “lúdica” o de autorrealización. El término engañoso es “pasión por el trabajo” y su efecto tóxico es acumulativo.
Las llamadas “trabacaciones”, un palabro que leí por primera vez a Julen Iturbe, sugieren que uno puede dedicar parte de los momentos de vacaciones para sacar pendientes de trabajo, y viceversa. El mensaje es que “todo se mezcla”, así que ya no tiene sentido separarlo. Sé que mola el imaginario de poder trabajar desde la playa o desde la terraza de un hotel, en lugar de desde un frío despacho. Yo lo firmo si se trata de cambiar de contexto para hacer un proyecto determinado (a esto le llamo “migraciones creativas”), o meter ocio a los días que un cliente te obliga a estar en un sitio determinado. Pero no, si consiste en introducir horas de trabajo en mis días de vacaciones o días de descanso, porque entonces no consigo una desconexión plena y saludable.
Lo que yo he visto es que cada vez que intercalo obligaciones laborales en tiempos concebidos para el descanso o el divertimento sin objetivos, tardo bastante en recuperar el relax que tenía antes de hacerlo. Es como si el cambio a una actividad mentalmente exigente me dejara un chute de estrés en vena que tarda en disiparse. Es un coitus interruptus que penaliza la sensación de placidez única que genera el descanso continuado, sin interrupciones.
A mí me preocupa que las nuevas fórmulas de empleo, bajo la promesa de la flexibilidad, estén contaminando el modo en que disfrutamos de la desconexión. Ahora los profesionales se ven obligados a gestionar su tiempo para resolver asuntos laborales en cualquier momento, incluso en vacaciones de verano. También está ese tema de la pasión, que nos lleva sin darnos cuenta a trabajar más allá de los límites razonables. De eso habla el filósofo coreano Byung-Chul Han, en esta excelente entrevista que le hacen en Papel:
“Incluso el juego ha sido absorbido hoy por el trabajo y el rendimiento. El trabajo se ludifica. Es decir, las ganas que todos tenemos de jugar se ponen al servicio del trabajo, que las explota y saca partido de ellas. Suponiendo que aún quede un entretenimiento al margen del trabajo, se ha degradado a una mera desconexión mental, que es cualquier cosa menos buen entretenimiento. Tenemos la tarea de liberar el juego del trabajo”
Y después, en la misma entrevista, coincide con mi tesis de separar ambos momentos de forma clara:
“Yo contrapongo al tiempo laboral el tiempo festivo. El tiempo festivo es un tiempo de ociosidad, que hace posible recrearse y permite una experiencia de la duración. El tiempo festivo es un tiempo en el que la vida se refiere a sí misma, en lugar de someterse a un objetivo externo. Deberíamos liberar la vida de la presión del trabajo y de la necesidad de rendimiento. De lo contrario la vida no merece la pena vivirla”
De tanto mezclarlo todo, ya no sabemos cómo dotar de sentido al ocio, que no sea trabajando. Dice Byung-Chul Han que eso nos lleva a la llamada “enfermedad del ocio”, que ocurre cuando nos ponemos enfermos precisamente durante nuestro tiempo libre. El estrés de liarlo todo no permite un descanso reparador basado en una práctica libre y enriquecida del ocio porque en lugar de eso, lo que sentimos es que es un momento que nos falta algo, porque no estamos trabajando.
La filósofa Marina Garcés lo dice a su manera, cuando recuerda que vivimos en “nuevos tiempos de trabajo ingobernables que hacen que, de alguna manera, la vida nos pase por encima incluso cuando nos pensamos que estamos haciendo lo que más nos gusta”.
Yo lo he practicado todo. Una estrategia o truco para separar el tiempo de trabajo del de ocio o de no-trabajo es asociándolos a espacios físicos determinados. Por ejemplo, solo trabajas si entras a tu despacho o estas en la oficina. Pero, claro, eso requiere disciplina, porque también tienes que saber aislarte del móvil, ese aparato diabólico, que es una máquina de la confusión y un coladero de obligaciones. Si dejas el teléfono encendido y lo consultas constantemente, entonces dejas que se cuele trabajo en el salón, en las habitaciones, en el baño, en el cine, y en donde intentes disfrutar del placer de hacer cosas que se gozan por sí mismas.
Que estemos contestando correos del trabajo, o sea, trabajando, vía móvil en cualquier sitio, nos parece tan normal que dice mucho de lo mal que estamos. Después vienen los fines de semana, que pueden convertirse, fácilmente, en maratonianas jornadas de trabajo. No hay compromisos externos, no tienes a clientes que te den la lata, ni que te interrumpan, así que dedicas el tiempo de ocio, y de la familia, a “los pendientes”. Y recuerda esto: a más te guste tu trabajo, más riesgos de que te engulla la rueda, porque es más difícil ponerte límites. Estar sin presión expande el lado más reflexivo del trabajo, pero sigue siendo eso, trabajo. Descansar y relajar la cabeza es otra cosa. No hacer nada que tenga un fin utilitario es la leche. El cuerpo y la mente lo agradecen.
Sé que cada persona es un mundo. Ya dije que no estoy para dar lecciones porque ni yo mismo termino de gestionar bien lo mío, aunque al menos sé lo que debo hacer. Solo pretendo que pienses en esta posibilidad: reservar un tiempo, del día y de la semana, para el ocio y el no-trabajo, y protegerlo. A más regular sea, con horarios y espacios bien delimitados, más fácil será convertirlo en hábito. Recuerda que si no lo aíslas por manu militari, si no te autoimpones horarios y espacios mínimos para el no-trabajo, éste último lo engulle todo. Son los tiempos modernos, dicen…
Álvaro Andoin
Yo tampoco lo tengo resuelto Amalio, tu post ayuda, pero voy dando pasos. Sobre todo, voy “dándome cuenta”, como experiencia sentida y no solo como idea, que mi claridad mejora con esa desconexión. Solo entonces he comenzado a buscar de manera más activa esa desconexión, cuando he sentido lo que me aportaba (juego, Salud, relaciones) el no trabajo.
Dos ideas. Los israelíes tienen una palabra sagrada para lo que comentas Amalio, el sabbat. Me gusta eso de ver los momentos de no trabajo como mini sabbats, como algo sagrado. Y hacer mini sabbats aunque no sean en sábado.
Luego es que los pensamientos son muy seductores y tramposos. Tampoco lo tengo solucionado como decía, pero practicar mindfulness (para poder tomar más conciencia e investigar mis tendencias-deseos de “consultar algo”), y mudarme de casa a un coworking, me ayudan mucho. Tener una familia y amigos también. 😉
Un abrazo.
Amalio Rey
Bienvenido al club, Álvaro, de los que tratamos de resolver esto. Para mí está clarísimo que la claridad mejora con la desconexión”. No tengo la más mínima duda del efecto tan positivo que produce tomarse días o semanas de desconexión plena. Te agradezco el aporte que haces citando el “sabbat”, porque expresa perfectamente mi idea de “poner muros” deliberados. No tienen que ser tan rígidos, como le comentaba a Julen, pero OJO, si uno se nota muy despendolado, con un desorden vital muy pronunciado, mi tesis es que hay que empezar aplicando fórmulas drásticas, como el sabbat (= tal día queda bloqueado en mi agenda para salir al campo o descansar, y eso va a ser sagrado) , hasta que entremos un poco en orden, y entonces sintamos que ya somos capaces de gestionar el “balanceo” entre trabajo y no-trabajo con criterio. Ahí es cuando podemos introducir mini-sabbats con agendas flexibles.
La omnipresencia del pensamiento en modo trabajo es, efectivamente, una trampa. Eso también hay que gestionarlo con mesura. Empezamos aceptando que el conocimiento nos acompaña a todos los sitios y a normalizar que a través de ellos se nos puede colar trabajo en todos sitios (como nos pasa con los teléfonos móviles), y ya sabemos cómo termina eso. Lo primero es darse cuenta que eso ocurre, y después, intentar practicar la “atención plena” en cualquier cosa que hagamos. Eso ayudaría a que el ocio sea ocio, y el descanso, descanso. Un abrazo
Rosana Gatián Russo
Amalio. Tu nota me gusta y me interpela. En lo personal, creo que el trabajo es bueno y hay que encontrar la manera para ejercerlo, si se puede, vocacionalmente. Sin embargo, ya que somos un todo y además con pensamiento griego; nos cuesta realizar separaciones tajantes. Pienso en el sistema de trabajo que hoy, en aras de la modernidad y la innovación, nos subsume desde las prácticas e ideologías capitalistas que todo lo atraviesan, como un efecto derrame. Hemos naturalizado de tal manera esto, que encontramos las excusas perfectas para ni siquiera poner esas prácticas en duda.
Existe mucho temor a perder el trabajo. Posicionarse dentro de él, competir o simplemente cumplir con lo estrictamente solicitado, se transforma en una carrera que, a veces, no tiene retorno. Ese temor, también tiene profundas raíces ideológicas impuestas. Y así los trabajos y la manera de hacerlo se van camuflando con prácticas lúdicas y “pasatiempistas” en donde nos hacen creer que la felicidad está justamente allí, en el trabajo. ¿Y los ratos de contemplación? ¿Y los ratos de pensamiento abstracto? ¿Y el disfrute con los seres amados al 100%? ¿Y la nada de la nada?
Creo que la clave está en entender que el trabajo es una actividad a la que hay que darle su tiempo justo y necesario, ¿pero a la vida?, ¡a esa sí que hay que darle pelota!! Abrazo!!
Amalio Rey
Así es Rosana. Me quedo especialmente con esto que dices: “encontramos las excusas perfectas para ni siquiera poner esas prácticas en duda”. El efecto de eso es que hemos normalizado el desorden vital en el que vivimos. Me consta que uno se puede sentir feliz trabajando, y eso es bueno, pero hay que repartir las fuentes de disfrute entre más cestas. Que eso sea así necesita, a veces, cierta acción deliberada. Organizarse mejor!!
Juanjo Brizuela
Soy de los que cree que las fronteras entre lo personal y lo profesional están difusas o las hacemos creer difusas. A mí me pasa que por mi área de trabajo, cuando estoy en ese momento no-profesional me surgen, aparecen o me llaman la atención aspectos que tienen que ver con mi trabajo: leo un libro y me asalta una frase que puede funcionar como slogan, voy corriendo y veo una valla publicitaria que me horroriza… no sé, me cuesta y reconozco mi debilidad ser tajante en ese aspecto.
Compro la idea de “trabajo” vs “no-trabajo”, pero sinceramente es más radical que cada uno es fruto de sus circunstancias. Y entre lo personal, el ocio, etc… es un problema. Al menos para mí. Quizá por eso tenga ahora mismo esta sensación de AGOBIO, que creo que viene por muchas de las cosas que has comentado.
Quizá el problema no sea tanto el concepto de “trabajo” como el de “no-trabajo”, donde ahí sí que no somos nada nada disciplinados con ello.¡, y es donde deberíamos de serlo, más aún. Creo que no valoramos nada el hecho del descanso y el hecho de querer encontrar esos espacios que nos llenen tanto como esa tan cacareada expresión de la “pasión por trabajar”.
Amalio Rey
Totalmente de acuerdo, Juanjo. El conflicto viene de ahí: no somos nada disciplinados con el no-trabajo, y menos todavía si nos “apasiona” el proyecto o trabajo que tenemos entre manos. Yo sigo sin ver lo de mezclarlo todo. Está claro, como le comenté a Julen, que el conocimiento nos acompaña a todas partes, y que es imposible ponerle parcelas. Si viene una idea en un momento de ocio, hay que aprovecharla. Eso está bien, y no hace daño. Pero hay que reservarse más momentos de puro desconecte. Un abrazo
Amalio Rey
Por cierto, Julen Iturbe ha escrito un post muy interesante en relación con éste, y que sirve para continuar y enriquecer la reflexión con un punto de vista distinto, que a mí me parece complementario. Hubiera podido escribir una nueva entrada para incorporar sus ideas, pero he preferido contribuir en su propia casa con un largo comentario. Aproveché la oportunidad que me dio su post para matizar algunas ideas que escribí en éste. Pásate por este enlace: http://blog.consultorartesano.com/2019/03/tiempo-trabajo-tiempo-no-trabajo.html
Raúl Hernández González
Yo imagino que todo esto tiene mucho que ver con las circunstancias y la personalidad de cada uno.
Supongo que si mis circunstancias fueran tener 200 emails diarios con peticiones inmediatas, o la necesidad de tener el móvil todo el día disponible para “apagar fuegos” o atender decenas de llamadas entrantes… entonces sentiría de manera mucho más visceral esa necesidad de proteger mi “no-trabajo”.
Afortunadamente, salvo en algunos momentos muy concretos, no he vivido una situación así. Lo cual me permite hacer una gestión equilibrada sin tener la sensación de estar “levantando diques”. Yo me voy todos los días a caminar por las viñas, y me voy con el teléfono silenciado. Camino, escucho mis podcasts o mi música… y al volver miro a ver si hay algo que atender (muchas veces no lo hay). En mi trabajo rara vez he estado en situación de que haya algo que hay que resolver ASAP y que no me permita organizarme.
Al final supongo que la clave está ahí: en las circunstancias (si te permiten ser proactivo en la organización de tu trabajo vs. si te obligan a ser reactivo), y en la personalidad (si uno tiende a workaholic estará siempre buscando quehaceres… incluso forzando una reactividad inexistente).
Amalio Rey
Por supuesto, Raúl. Ya he dicho que cada persona es un mundo. Ya has leído aquí cómo algunos son capaces de organizarse muy bien para “integrar” las piezas siguiendo lógicas más complejas. Es cierto que en esto interviene mucho la personalidad, y de lo que se trata es de conocerse bien.
La práctica que cuentas de pasear por las viñas concuerda con mi idea de “levantar diques”. Silenciar el móvil mientras lo haces es eso: aislar tu momento de no-trabajo de la posibilidad de que te lo chafen con algo profesional. Hay mucha gente que no tiene necesidad de resolver ASAP cuestiones de trabajo, pero que, sin embargo, se sienten en la obligación, o les gusta, responder casi al momento. Hay muchas personas “enganchadas” a lo síncrono y la inmediatez. Yo mismo me he visto intentando responder pronto a un mensaje, cuando podía hacerlo perfectamente el lunes. Una forma de romper con esos hábitos nocivos es pautar la gestión del teléfono con normas drásticas. Esas dosis de workaholic que tenemos todos, en más o menos medida, latentes o explicitas, son las que yo digo que tienen un efecto tóxico acumulativo. Pero, en general, estoy de acuerdo contigo
Antonio José Masía
Hola Amalio, interesante reflexión la que haces, sin embargo pienso que todo se simplifica cuando Le das otro sentido a la palabra trabajo, tradicionalmente vinculado al ámbito lprofesional.
Yo entiendo el trabajo como cualquier cosa que tenga que hacer, que me haya comprometido a hacer porque tiene un propósito claro y en mi caso, al igual que en el de la mayoría de personas, el ocio, el descanso, etc tienen un propósito reparador, de deaconexion, etc, con lo que es un trabajo que también hay que hacer. Así de simple .
Recuerda que no hacer nada también es hacer .
Un abrazo!
Amalio Rey
Hola, Antonio José: No sé si quiero darle ese sentido que tú le das a la palabra trabajo. “Trabajo” no es “hacer” cualquier cosa, sino un compromiso profesional por el que cobras. Si quieres una definición más breve: “trabajo es aquello que muy probablemente no harías si no te pagaran por él”. Pero visto así, entonces uno se pregunta: ¿cómo, entonces, se da eso de la “pasión por el trabajo”? Pues ahí está la trampa de confundir todo: te proponen hacer algo que te gusta => lo haces porque además te van a pagar => empiezas a dedicar cada vez más tiempo a eso (motivado por la combinación peligrosa de: me gusta + pasta] => te das cuenta que casi todo lo que te mueve está motivado por un objetivo, un propósito, un fin => no haces casi nada por puro disfrute, como actividad autotélica. Ese es el recorrido vital que a mí me gustaría evitar… Un abrazo!!
David Sánchez
Entiendo tu planteamiento Amalio, sin embargo discrepo en parte de él. Pueden ser los matices, no sé.
Para mi es un tema relacionado con la integración de ambos mundos en nuestra única vida. Eso de vida personal y profesional, pfffff. ¿En lo nuestro?. ¿En nuestros días?. No lo veo…
Y hablo de integración al igual que integramos nuestro mundo personal (el YO), el familiar, el de las amistades,… Yo lo veo como áreas de responsabilidad que hay que integrar. Sí, el trabajo es otra.
La clave, y eso es lo que hay que conseguir, es “estar a lo que estás” en cada momento. Si estoy currando en casa, ni caso a los niños (salvo caso, puntual, ya sabes). Si estoy con los niños, ni caso al móvil (salvo caso puntual, ya sabes… y ni personal ni profesional). Ejemplos hay mil…
¿Fácil?. Bueno, depende de los hábitos que tengamos. Posible, seguro que es. Levantar barreras y fronteras siempre ha sido la respuesta del hombre a la falta de entendimiento con otros… a ver si no nos vamos a entender con nosotros mismos, que puede pasar.
Ojo, que no quede esto como un mundo de color de rosas. A veces se puede y otras se puede menos, pero la opción siempre está ahí.
Un abrazo. David
Amalio Rey
David, yo también te comprendo a ti. Entiendo que a tu formación en GTD le chirríe este planteamiento, y sé por qué. Te respondo:
1) No divido la vida entre “profesional” y “personal”. Todo es personal. Sino en tiempo de “trabajo” y “no trabajo”. El matiz es importante
2) Tu comentario es exactamente igual que el que me hizo José Miguel Bolivar en el hilo de Facebook. Él habla también de “integrar”. Voy a copiarte la respuesta que le di a JM, porque encaja. Esto fue lo que le dije:
“Gestionar la atención” tiene, simplificando, dos partes: 1) ¿a qué actividades asignas tu atención disponible del día o la semana, o sea, cómo repartes el tiempo disponible entre distintas actividades?, 2) ¿en qué medida logras “plena atención” cuando estas en la actividad que elegiste realizar? Lo primero se puede organizar. Dentro de eso, es factible distinguir, y separar, lo que es “trabajo”, de lo que no lo es. Insisto, es posible, si quieres hacerlo. Es probable que no sea la solución optima, pero es la más viable para mucha gente. Si eres la pera organizándote, por ejemplo, cinturón negro en GTD, entonces igual puedes “integrar” con el rigor que planteas tú. Pero la inmensa mayoría de nosotros tenemos que usar atajos y entre todos los que yo veo, para mí el más práctico es poner muros. Esto también es “gestionar la atención”, aunque en plan amateur 🙂
Lo que quiero decir es, precisamente, que no es nada fácil “entendernos con nosotros mismos”, como tu supones. La inmensa mayoría de nosotros no somos tan organizados como una persona que “integra” siguiendo el GTD, ni vamos a serlo nunca. Dado que es así, la solución “sub-optima”, es coger atajos prácticos. Eso consiste en ser drástico, y te juro que funciona. Un abrazo
Jaír Amores Laporta
Hola! Aquí Jaír, de EfectiVida.
Interesante artículo. Totalmente de acuerdo.
Parece que hay dos tendencias contrapuestas. Una de mezclar trabajo y ocio, y otra de separarlo completamente.
En mi caso, tengo la suerte de trabajar en una empresa que respeta mis períodos de descanso y vacaciones al máximo, aunque me consta que supone esfuerzo por parte de mi jefe más directo y mi compañero más cercano. Mi respuesta en agradecimiento es cubrir a mis compañeros cuando estos lo necesitan, y tratar de dar lo mejor en mis jornadas.
Por otro lado, tengo un proyecto paralelo que consta de blog, podcast y canal de Youtube. Es ocio, pero ahí sí que se mezcla trabajo. Supongo que llegará un día en el que tenga que desligarlo.
Fantástico! Me has hecho reflexionar y eso es bueno.
Saludos desde Las Palmas!
Amalio Rey
Gracias, Jair, por pasarte y contarnos tu experiencia. Mientras sientas que te va bien funcionar así, adelante. Lo único que debes “vigilar” es si lo que llamas “ocio” es otra cosa. Hay pasiones que matan 🙂
Carmen Cardila
Muy chulo como siempre… y como dice una persona a la que admiro… “cuando paro me reparo”.
Amalio Rey
Eso, Carmen, hay que parar. Un abrazo fuerte para tí y para el Mega 🙂
Manel Muntada
Muy de acuerdo, Amalio. Una reflexión lúcida y útil!
Abrazo
Amalio Rey
Gracias, Manel. Me alegra que coincidamos. Ya hablaremos de eso, birras mediante 🙂
Iván
Tema muy interesante Amalio, y a la vez complejo, tanto trabajando por cuenta propia como ajena. Reconozco que al menos en vacaciones intento ponerlo en práctica. Recuerdo que hace años leí como estabas en lo de desconectar totalmente del social media en vacaciones, algo que cada vez más intento hacer si es posible. Hace unos cuatro años tuve una muy mala experiencia en vacaciones, estaba en Filipinas, era Agosto y claro, como suele pasar, lo que es un mes de poco jaleo en España no es lo mismo para la gente en Asia y tuve que estar pendiente del móvil de forma constante durante dos semanas, respondiendo emails y resolviendo problemas. Como suele ser en muchos casos, la pescadilla se muerde la cola, al ser Asia mi área de responsabilidad, no podía dejar los temas colgados, y me tocó joderme parte horas de las vacaciones respondiendo correos y en conexión constante con mis distribuidores en Asia y con mis compañer@s en Barcelona.
Amalio Rey
Tu experiencia asiática, Iván, la he vivido yo en la vieja Europa, y en la mismísima España. En mi caso tengo que decir que el tema de la desconexión total la tengo plenamente resuelta en vacaciones. Como bien dices, ya he escrito sobre eso. Cuando estoy de vacaciones, no trabajo nada. Es un período en el que me prohíbo tajantemente trabajar, y lo consigo. Ahora estoy tratando de extender esa práctica al día a día, marcando horarios. Esto cuesta más, pero sé que lo voy a conseguir porque tengo clarísimo que es lo que debo hacer: separar una cosa de la otra y poner paredes infranqueables entre medias. No hay otra solución. Lo he probado todo. Un abrazo fuerte
Carmen
Pero como desconectas cuando solo usas un móvil y es el de la empresa? O llevas dos móviles y sus cargadores a diario para desconectar cuando quieras o llevando el de la empresa encima te ves tentado a atender al del trabajo… funciona bien lo de llevar dos tarjetas en el móvil? Se puede apagar una? Se me acaba de dar el caso en mi empresa y de momento prefiero llevar dos móviles para marcar ese límite.
MONIKA MIOFSKY
Desde la perspectiva de mis 25 años trabajando en casa como autónoma suscribo totalmente lo que dices y lo que dicen los que citas. Y es más, creo que esos periodos sin obligaciones ni objetivos a alcanzar que relajan y limpian la mente son a ella tan necesarios como al cuerpo el ejercicio físico que antes o después tenemos que integrar en nuestra vida sedentaria, so pena de pagar un precio alto en términos de salud si no lo hacemos a tiempo. Abrazos
Amalio Rey
Así es, Mónica. Hay que relajar y limpiar la mente, y eso solo se consigue poniendo plena atención en el no-trabajo. Un abrazo
Nadir Chacín
Amalio, aplauso. 😉 Pienso exactamente igual que tú. La mejor compra es un móvil que tenga doble chip, cuando llega el viernes a las 6 pm “apagas” un chip y conectas el otro. El lunes a las 9 am cambias al chip laboral. Es mega efectivo para controlar el aparato diabólico, jejeje. Abrazos desde Barcelona
Amalio Rey
Una alegría verte por aquí, Nadir. Es verdad lo que dices. Lo del móvil “dual SIM”, que es como lo llama, es una solución genial. Mi nuevo teléfono, un Mi8, lo permite, así que igual implemento esa funcionalidad. El aparato diabólico es lo peor que hay para la atención plena. Un abrazo desde Málaga 🙂
Julen
Reconozco que estoy en las antípodas de lo que planteas. Ya ves qué diversidad de humanos poblamos el planeta. Yo asumo que mi tiempo de trabajo y mi tiempo “personal” juegan en el mismo tablero. El asunto es ponerlos, al menos, en el mismo plano. Incluso, si quieres, antes el personal. Y a partir de ahí, jugar con la agenda. Ahora mismo dice que este viernes próximo estaré en Jaca con mi familia y esa será mi prioridad, pero si suena el móvil o llega un correo, dependiendo de la importancia que le asigne, intervendré o no. Del 13 de marzo al 20 de marzo estaré en Lanzarote de “trabacaciones” con mi pareja. Con “b” porque quizá deba trabajar. ¿Cuándo? Creo que por las mañanas, de 5 a 8. Quizá, ya veremos. ¿De qué son ejemplos? De usar el mismo tiempo que el trabajo se quiere comer. Si quieres quedar este viernes, lo siento, la agenda dice: familia.
Yo lo veo así, pero desde luego entiendo otras formas de gestionar los tiempos (que no nos oiga JM Bolívar que nos da un cachete por hablar de “gestión del tiempo” jejeje). No, en serio, lo que importa es disfrutar de la vida que tenemos. Solo hay una, Amalio. Solo hay una (creo).
Amalio Rey
Sip, te imaginaba en las antípodas, Julen. Hay gente pa to’ 🙂
Pero entro al trapo. Tu pones “personal” entre comillas, como si yo lo planteara así. Yo he hablado de tiempo para “trabajo” y para “no-trabajo”. No me hagas trampas. Los dos son “personales”.
Desde mi punto de vista, el trabajo es trabajo, y sé cómo identificarlo. Cuando trabajo, lo hago para un cliente que me paga. Eso es siempre así, así que quiero que esté en un tablero distinto a cuando me distraigo o me muevo solo por motivaciones intrínsecas. El trabajo no es una actividad autotélica. Es una actividad por la que cobro, aunque a menudo consiga pasármelo bien. Yo quiero que esté en un tablero distinto porque, para mí, no tiene la misma naturaleza que cuando hago algo por puro disfrute, sin ningún propósito.
Por cierto, ¿qué te hace pensar que mi enfoque no pretende lo mismo que tu propones de: “disfrutar de la vida que tenemos”? Precisamente por eso pienso que la solución no está en mezclarlo todo. Mucha gente cree que con lo que hace está disfrutando la vida, y se auto-engaña. Casi todo/as nos autoengañamos. No medimos bien. Creemos que hacemos lo que nos hace bien. Marina Garcés lo explica mejor que yo: “la vida nos pasa por encima incluso cuando nos pensamos que estamos haciendo lo que más nos gusta”. Repito la frase, porque es cristalina: “cuando pensamos que estamos haciendo lo que más nos gusta”. El que se equivoca así también busca “disfrutar de la vida que tiene”. En eso creo que estamos todos de acuerdo. Las dudas vienen de cómo se busca ese objetivo, y lo mal que mucha gente se lo monta. Tú no, porque pareces tener todo muy bien calibrado 🙂
Julen
Tengo claro que estamos persiguiendo lo mismo aunque las denominaciones que empleamos nos confundan. MI tiempo de no-trabajo se adentra en el teórico de trabajo. Si un jueves a las 10h cojo la bici y subo al Pagasarri (un monte que tenemos aquí al lado de Bilbao) es porque me permito meter “no-trabajo” en teórico tiempo de “trabajo”. Y al revés también pasa. Lo que me importa es que el balance me sea satisfactorio. No sé si me explico…
Amalio Rey
Julen, cuando un jueves a las 10h coges la bici y subes al Pagarorri, cosa que me consta que haces porque te sigo, estas haciendo lo contrario de mezclar cosas. Eso quieres decir que te has planificado para currar desde las 5 de la mañana, cuando te levantas, hasta algo antes de las 10 que es el momento en que te pones en modo ocio, deporte, no-trabajo, o como se llame. Cuando subes a ese peazo de monte, estas dedicándole plena atención, estas disfrutando a tope, ¿o estas con el móvil encendido respondido mails de trabajo? No lo creo porque se nota, con perdón, que estas gozando como un marrano 🙂 Tú te organizas bien para tener un balance equilibrado, y sabes parcelar tu tiempo para tener lo suficiente de los dos. Mi propuesta no es que tengas que dedicar un día entero al monte, y otro día a currar en la oficina, sino que hay que separar los dos momentos, y reservarse tiempo para cada cosa, aunque para eso tengas que dividir el mismo día en actividades distintas. En ese sentido, sí que creo que hablamos de lo mismo 🙂
Julen
Si te contara los proyectos que he cerrado parando a contestar una llamada en el móvil mientras iba con la bici por el monte…
Amalio Rey
En fin, no esperaba nada distinto de ti. Te respeto mucho para no creerte. Yo no quiero para mí esa forma de “cerrar proyectos”. Si estoy con mis hijos disfrutando de un paseo, jugando al fútbol o hablando tonterías, con el poco tiempo que tengo para eso… ¡¡no quiero coger el móvil para hablar con nadie que no conozca, y menos de trabajo!! Tampoco voy a cerrar un proyecto así, lo que implica hablar de trabajo, si estoy en un momento de disfrute con mi pareja o en una reunión familiar. No, tajantemente no. Respeto a todo el mundo. No juzgo a nadie porque cada uno es hijo de sus circunstancias. No subo con bici al monte, pero hago carreras por el paseo marítimo, y cuando lo hago, jamás de los jamases respondo al móvil si me llaman. Entiendo que si hay alguna posibilidad real de cerrar un proyecto con un cliente, no se va a perder por hacerlo esperar una hora a que termine. De hecho, igual me pilla más relajado, con las endorfinas a mil, si le devuelvo la llamada después de que termine lo que quiero hacer, correr en paz, con plena atención….